09 agosto 2010

Recursos de la mente


Prólogo




—Todo está bien, en serio —murmuró Jaejoong, esbozando una de esas sonrisas que enmascaraban cualquier otro sentimiento.

Sí, todo iba perfecto. Por fin volvían a estar los cinco juntos, libres de todos los problemas que habían tenido en el pasado, lejos de la compañía que los había tratado tan mal y a punto de lanzar un nuevo disco al mercado después de tanto tiempo. ¿Qué podía ir mal?

Todo estaba por fin como debía haber estado siempre. Todo volvía a ser igual.

—Me alegro —contestó la mujer, sin variar ni un ápice su semblante sereno—. Aun así, me gustaría que me contases algo más detalladamente cómo han ido las últimas semanas; el ajetreo del cambio de piso, la readaptación a la convivencia... Imagino que habrá muchas cosas que contar.

Jaejoong suspiró pesadamente y desvió la vista hacia la ventana. No quería ni necesitaba estar ahí. Los cinco habían vivido juntos por más de cinco años antes de todo el asunto de la demanda contra la SM, se conocían a la perfección, y jamás habían permitido que nadie se metiera en sus asuntos privados. Los problemas, si es que los había, se resolvían en casa, y nadie tenía por qué enterarse.

Y, en cualquier caso, ahora no tenían ningún problema, ¿Verdad? Todo estaba perfectamente bien...

¿Por qué tenía entonces que soportar eso?

Ah, sí, porque era la única condición que les había puesto la nueva compañía. Se habían rendido a todas sus peticiones y deseos, tratándolos con una deferencia rayana en la adoración. Habían accedido a todo, y puesto a su disposición todos los medios a su alcance para que pudiesen hacer con su carrera lo que quisiesen, literalmente. No les iban a poner ningún impedimento, y ellos decidirían siempre a qué programas asistir, qué directos hacer, qué entrevistas concertar y cuándo era el momento oportuno para ir a cualquier otro país.

Todo lo que siempre habían deseado al alcance de la mano con tan sólo acceder a una ínfima y minúscula condición, que ni siquiera les iba a quitar mucho tiempo: Reunirse durante una semana con la psicóloga de la compañía antes de que TVXQ se relanzaran.

Realmente no era una petición extraña. Era más bien una tontería, un mero trámite por el que todos habían pasado ya en otra ocasión. Sencillamente ningún artista hacía su debut sin haber tenido unas cuantas sesiones con un psicólogo. Su misión principal solía ser ayudar a los nuevos talentos a saber cómo comportarse cuando sus vidas dejasen de ser anónimas; qué esperar del futuro, cómo asumir un fracaso o, lo más difícil, cómo asimilar el éxito, si es que llega, y no dejar de tener los pies en el suelo.

Era un proceso tedioso pero necesario. Y las compañías se aseguraban con eso de que sus artistas no perdieran la cabeza una vez que su nombre estuviese asociado a ellos.

Jaejoong entendía eso perfectamente, y hasta cierto punto lo apoyaba, ¿Pero por qué tenían que reunirse ellos con la psicóloga ahora? No era como si no supiesen que esperar en su trabajo y cómo lidiar con ello, ¿No? Más bien todo lo contrario, probablemente eran el grupo mejor preparado de toda Corea para enfrentarse con cualquier situación, ya fuese el éxito arrollador o el fracaso más absoluto. Habían tenido momentos realmente malos y los habían superado...

No necesitaban un psicólogo ahora que todo estaba bien...

Sin embargo lo que preocupaba a la compañía no era su forma de hacer frente al futuro, sino cómo asimilar el pasado. Según ellos, llevaban demasiado tiempo separados, sin trabajar ni convivir todos juntos, y daban por hecho que habría cosas que serían distintas ahora. “Todo cambia” habían dicho muy convencidos “y necesitamos saber que os habéis readaptado perfectamente a la nueva situación para que no surjan en el futuro rencillas o conflictos que puedan afectar a vuestro trabajo”.

Como resultaba obvio, ninguno se había opuesto a esa condición. No era más que una pequeña parada antes de conseguir lo que tanto habían anhelado. Yunho se había mostrado totalmente dispuesto a hacer lo que fuese, solícito y colaborador como sólo él sabía serlo; Changmin apenas había resoplado, mirándolos con una expresión que a todas luces quería decir “Qué tontería”; Yoochun había esbozado una de sus deslumbrantes sonrisas antes de añadir un “será divertido” que a aquellos que le conocían les sonó escalofriante; y Junsu se había limitado a preguntar cuándo comenzarían las sesiones y cómo iban a proceder una vez las superaran.

Sin embargo él había permanecido en silencio, en contra de lo que hacía habitualmente. No podía precisar la razón, pero intuía que esas reuniones no serían tan insustanciales como en principio parecían. No quería contarle a una persona a la que no conocía de nada cosas que no tenía por qué saber, y que en cualquier caso no eran de su incumbencia...

¿No era irónico que fuese precisamente él quien tuviera esos reparos? El miembro más impulsivo del grupo, a quien habían acusado en incontables ocasiones de hablar más de la cuenta o de no pensar lo que iba a decir antes de abrir la boca...

Y quizás ese era precisamente el problema. Que solía ser cierto, que antes se comportaba así con demasiada asiduidad, sin hacer caso de quienes le decían una y otra vez que usara más el cerebro. Y ahora...

No, ahora todo estaba bien. Ahora todo era perfecto. Tenía que serlo.

—Todo bien —reiteró, todavía sin desviar la vista del inmenso ventanal que había en el despacho de la psicóloga—. El nuevo apartamento está en una buena zona, con buenas vistas, y la mudanza no nos ha llevado demasiado tiempo. Ningún incidente de importancia.

—Comprendo —dijo la mujer, en un tono que pretendía ser complaciente, pero que en ningún momento engañó a Jaejoong.

Igual si fuese otra persona podría confundirlo, pero a él no. Conocía ese tono condescendiente demasiado bien. Era el tono que siempre usaba Changmin cuando discutían, y que quería decir en realidad “estás completamente loco”.

Ella no comprendía. No podía hacerlo, por más años de carrera que tuviera, simplemente por el hecho de que no podía leerle la mente. Sólo pretendía hacerle hablar, hacer un comentario inocuo para que él se viese obligado a llenar el silencio subsiguiente con algo, cualquier cosa. Jaejoong tenía la suficiente experiencia como para saber que a ella no le interesaba realmente lo que dijese. Lo que en realidad le importaba era lo que no decía, y su actitud. Sobre todo su actitud.

No iba a darle el gusto. No había que estudiar una carrera durante años en la universidad para darse cuenta de que él no quería estar allí. Así que si ella quería saber algo específico, que preguntase.

Jaejoong miró como la mujer hacía un par de anotaciones más en su cuaderno, y luego lo miraba fijamente, esperando. Tras un silencio que duró varios minutos, la psicóloga volvió a hablar.

—¿No tienes nada más que decir?

—Realmente no —dijo, esbozando otra de sus sonrisas que nada tenía que ver con la alegría.

La mujer también sonrió, mirándolo fijamente mientras golpeaba un par de veces el bolígrafo contra el block. Parecía resignada, pero Jaejoong sabía que nada estaba más lejos de la realidad. Probablemente la cabeza de la psicóloga sería un volcán en plena ebullición lleno de preguntas, hipótesis, conclusiones y estrategias con las que intentar averiguar más cosas sobre él, cosa que le habría puesto los pelos de punta de no haber convivido con Yoochun. Y si había sobrevivido a eso, bien podría hacerlo a esas absurdas sesiones.

—Bien —asintió ella con la cabeza, dejando el block encima de la mesita auxiliar que tenía al lado—. Aun nos quedan otros veinte minutos antes de que pasen el resto de tus compañeros. ¿Qué es lo que quieres hacer entonces?

Quería irse, ¿No lo había dejado ya claro? Quería volver a casa y comprobar que todos siguiesen estando allí, como siempre debió ser. Quería ver a Yunho encerrado en el baño durante horas haciendo sus coreografías; quería ver a Yoochun ordenando metódicamente su habitación hasta dejarla como si fuese a salir en una revista; quería oír a Junsu tararear por toda la casa con esa inmensa sonrisa pintada en los labios; Y quería ver a Changmin haciendo...

Vale, quizás no fuese tan buena idea que volviese a casa tan rápido.

Jaejoong volvió a desviar la vista hacia el ventanal, pasando por alto la pregunta de la psicóloga. Si por él fuese, pasarían en silencio los veinte minutos restantes. Un silencio cálido y seguro que evitara que dijese cosas que no quería decir y que en realidad ni siquiera debería pensar. Al menos no si quería que todo volviese a ser igual que había sido siempre. Como tenía que ser.

—¿No puedes al menos decirme en qué piensas? —insistió la psicóloga, con ese tono calmo y profesional que invitaba a las personas a hacer confidencias.

—Simplemente contemplaba el día, sin pensar nada en especial —mintió.

‘O debería hacerlo’ agregó para sus adentros. Nunca venía mal centrarse en algo que fuese completamente ajeno a uno mismo, sobre todo cuando ser “uno mismo” era tan confuso. Cuando uno quisiera tener la mente llena de pajaritos, o de serrín, para ser incapaz de hilar cierto tipo de pensamientos...

—El día... —repitió la psicóloga, sin variar el tono.

—Exacto. Hace una bonita mañana, ¿No cree?

—Sí, preciosa —murmuró, con una sonrisa en los labios, antes de añadir—. Curioso que estuvieses pensando en el tiempo. Muy curioso.

Jaejoong se giró hacia ella al escuchar su tono de voz, que se oía extremadamente complacido. Por alguna razón sus respuestas le habían parecido interesantes, cuando en realidad no había dicho nada. Y por más que trató de reprimirla, su propia curiosidad también se despertó ante sus palabras.

—¿Por qué? —preguntó reticente.

La mujer esbozó una cálida sonrisa antes de responderle.

—Porque siempre hablamos del tiempo cuando nos sentimos nerviosos. Es un modo de llenar un silencio incómodo, de volver a un terreno seguro y confiable. Una pequeña treta que inconscientemente usamos para sentirnos en control de la situación—explico pacientemente. Hizo una pausa, para volver a coger su cuaderno de notas y, ampliando su sonrisa, añadió—. Eso me dice que tu actitud desafiante no es más que fachada. No quieres estar aquí, y no porque pienses que todo esto es una tontería, sino precisamente por lo contrario. Sabes que no lo es, y no te apetece nada enfrentarte a ello.

Jaejoong frunció el entrecejo ante sus certeras palabras, y se dio cuenta de que en ningún momento la había engañado. Ni siquiera valía el hecho de que tratase de engañarse a sí mismo, porque al parecer ella podía ver a través de él. Y eso era una gran putada, porque efectivamente no tenía ningunas ganas de hablar sobre cosas en las que no debía pensar y que por nada del mundo iban a pasar jamás.

Joder, si él no era capaz de entenderse a sí mismo, ¿Quién iba a ser capaz? Desde luego no esa mujer. Nunca podría entenderlo.

—Resulta evidente que una de tus principales preocupaciones es que todo vaya bien, a juzgar por el empeño que pones en repetirlo una y otra vez —prosiguió ella, al ver que mantenía su obstinado silencio—. Y ese ‘todo’ sólo tiene relación con lo que de verdad te importa: tus compañeros. Quiero que me hables de ellos.

Jae se removió incómodo sobre el sillón, mirándose las manos. Vale, puede que tuviese una o dos preocupaciones de nada, pero eso no iba a alterar las cosas. No significaba que algo fuese a cambiar. Él siempre había sido quien más se preocupaba por sus compañeros, quien necesitaba saber en todo momento qué estaban haciendo y con quién. Era un hábito que no podía cambiar tan fácilmente...

Un hábito que se había incrementado en gran medida el tiempo que habían estado separados. ¿No era ilógico? Al principio el dolor había sido demasiado fuerte como para permitirle pensar en nada. Luego habían venido los juicios, la prohibición a Yunho y Changmin de comunicarse con ellos, todo el asunto de la nueva unidad, y la espera por las resoluciones del tribunal que habían tardado un siglo.

Durante todo ese tiempo los cinco habían seguido luchando, cada uno a su modo, cada uno desde la posición en la que se había visto obligado a estar, ya fuese dentro o fuera de la empresa, pero siempre con un mismo fin: volver a ser TVXQ. Eso era lo que todos habían tenido claro siempre.

Aun así, habían seguido trabajando. Todos ellos. Y Jaejoong había podido seguirlos a través de sus diferentes trabajos para televisión, revistas o teatro. No podía evitarlo, al fin y al cabo estaba en su naturaleza... Y entonces había comenzado el drama de Changmin, Paradise Meadow, y su cerebro se había vuelto completamente loco. O su cuerpo. Ya no sabía muy bien cuál era la diferencia. Porque verlo hacer todas esas escenas románticas con esa chica...

Le había dado completamente igual. Tenía que darle igual. Era trabajo, el trabajo de Changmin, y en ningún punto asunto suyo.

—Jaejoong —lo llamó suavemente la psicóloga, apartando su mente de temas en los que no estaba pensando—, por favor, háblame de Yunho.

Suspiró, cerrando los ojos pesadamente y, resignado comenzó:

—Yunho es... uno de mis hermanos, probablemente el más fuerte de todos, al menos mentalmente. Si tuviese que compararlo con algo, sería con una roca —añadió sonriendo ante esa idea tan absurda—. Es capaz de aguantar sobre sus hombros con todo el peso del mundo y aun así no desmoronarse. Es probablemente lo que más admiro de él.

La mujer asintió, mirándolo fijamente, y luego hizo un par de anotaciones más en su cuaderno.

—Muy bien —dijo—. Ahora cuéntame algo sobre Yoochun, lo que quieras.

—Yoochun... Yoochun es como mi hermano gemelo. Es decir, tenemos gustos muy parecidos en casi todo, nuestros intereses suelen ser los mismos, y tenemos una idea bastante semejante de lo que es divertirse. Y sin embargo nuestras personalidades son totalmente independientes. No puedo decir que me parezca a él porque en realidad no es así... No sé cómo explicarlo.

—No te preocupes, lo has expresado muy bien —lo tranquilizó la mujer, anotando nuevamente en su cuaderno—. Háblame ahora de Junsu.

—Junsu es completo y sincero optimismo. Si cualquiera de nosotros necesita animarse, sólo tiene que buscar a Junsu, y no porque él no lo pase mal, o no pueda estar triste, sino porque tiene una forma de ver las cosas realmente simple. Siempre logra ir directo al punto central de cualquier cuestión, obviando todas las vueltas y vueltas que los demás le damos a todo —volvió a sonreír inconscientemente al pensar en su dongsaeng—. Eso te ayuda a mirar las cosas desde una perspectiva diferente, lo que la mayoría de las veces es de gran ayuda...

—¿Y sobre Changmin qué puedes decirme?

Jaejoong se tensó inconscientemente ante la mención de su compañero, y comenzó a juguetear con sus dedos para mantenerlos ocupados en algo.

—Changmin es... —se calló durante un instante, intentando encontrar las palabras precisas—. Changmin es... probablemente el más maduro de los cinco. Le pone el mayor empeño a cualquier cosa que haga, sea profesional o personalmente, lo que hace que siempre consiga lo que se propone. Él... siempre... hace las cosas correctas.

Jaejoong se calló completamente al darse cuenta de lo estrangulada que había sonado su voz cuando había puesto en palabras ese último pensamiento. Sí, Changmin siempre hacía lo correcto, nunca malgastaba un pensamiento en cosas sin sentido, en cosas que no podían ser.

Y él tampoco iba a hacerlo. No, no iba a pensar más en eso. De ninguna de las maneras. Porque si no hablaba sobre su pequeño problema no sería real. Sería algo así como una de sus muchas locuras transitorias de las que nadie sabía nada o que, si sabían, se aseguraban bien de callar. Era sólo uno más de sus muchos sin sentidos. Quizás el peor de todos. Porque no había forma de que tuviese esos pensamientos sobre su dongsaeng y que su vida siguiese siendo igual.

No existía una manera de mirar naturalmente a Changmin por las mañanas después de haber soñado toda la noche con hacerle el amor hasta el agotamiento. Con acercarse a él y desgarrar su ropa hasta sentir su piel bajo los dedos; explorar con las manos todo su cuerpo hasta hacerlo suplicar y deslizar la lengua por su vientre, hacia abajo, hacia abajo, siempre hacia abajo, paladeando su exquisito sabor hasta que el último poro de su piel se hubiese estremecido; Y luego sentirlo dentro, muy dentro, embistiendo veloz y firmemente el centro de su ser hasta que se corriera en medio de un gemido ronco y ahogado...

No podía hablarle a nadie de eso porque no tenía el más mínimo sentido. No podía contar lo mucho que lo perturbaba despertarse siempre con la evidencia de que su cuerpo había entrado en sus sueños con bochornosa intensidad. Ni podía precisar el cúmulo de sensaciones entremezcladas que sentía latir en su pecho al verlo cada mañana, fingiendo que todo estaba bien. Que todo era normal.

No podía ni quería hacerlo. Porque eso eventualmente pasaría y todo sería perfecto otra vez. Serían una verdadera familia de nuevo.

No iba a joder esta nueva oportunidad que tenían de estar todos juntos de nuevo.

—¿Qué es?

—¿Perdón? —preguntó confuso, sacudiendo la cabeza para alejar esos absurdos pensamientos.

—¿Qué es lo que te tiene así de tenso? Lo que estabas pensando justo hace un minuto... Tu postura no podía ser menos relajada, y tus manos no paraban de entrelazarse una y otra vez de forma frenética, aunque dudo que te hayas dado cuenta.

Jaejoong bajó la vista hacia sus manos y se dio cuenta de que era verdad. En algún punto las había entrelazado, y las sentía sudorosas y frías al mismo tiempo.

Suspiró, tratando de relajarse, y volvió a mirar fijamente a la psicóloga, en silencio. Joder, ¿No se había hecho el firme propósito de no dejarle saber nada? ¿De ocultar todas y cada una de sus emociones bajo su fachada de chico alegre y despreocupado? Menudo trabajo estaba haciendo...

—Al menos ahora puedo precisar una cosa —volvió a decir la mujer, al ver que él permanecía en silencio—. Lo que sea que te preocupa tiene que ver con Changmin. Sólo cuando hemos empezado a hablar de él te has puesto tenso.

—¡Mi problema no tiene nada que ver con él! —exclamó, más fuerte de lo que pretendía.

Y enseguida se dio cuenta de que había cometido un error cuando una sonrisa se extendió por el rostro de la mujer y su mirada perspicaz se clavó en él con un brillo acerado.

—Entonces existe un problema —dijo mirándolo triunfal, aunque sin variar apenas su tono de voz—. Y si existe, las cosas no están ni tan bien, ni son tan perfectas como pretendes que sean.

Jaejoong suspiró, derrotado, mientras cerraba los ojos y bajaba la cabeza. ¿Por qué demonios seguía hablando más de la cuenta aún cuando no quería hacerlo? ¿Alguna vez podría aprender a disimular con la misma maestría con que lo hacían Junsu o Yunho?

—Mire —murmuró entre dientes, todavía sin abrir los ojos—. Está bien, acepto que las cosas aún no son perfectas. Y nótese que el adverbio es la parte fundamental de la frase. Pero lo serán. Tienen que volver a serlo.

—Es decir, que es algo tan trivial que no merece la pena ni hablar de ello.

—Exacto.

La mujer sonrió ante su convicción, con ese gesto que, desde que había entrado en su despacho, nunca había presagiado nada bueno para él. Y con ese tono tan irritante preguntó:

—¿Entonces cuál es el temor? Si es algo tan insignificante como dices no debería preocuparte.

Tenía razón, por supuesto. No debería estar preocupándose por tonterías que olvidaría de un momento a otro. De hecho se había jurado desde que supo que volverían a vivir juntos que no lo haría. Sin embargo todo se había descontrolado desde que se había dado cuenta de que ‘vivir juntos’ implicaba cosas que casi había olvidado. Como verlo salir de la ducha, apenas vestido y con el pelo todavía húmedo... O verlo dormir despreocupadamente sobre el sofá durante una aburrida película...

Todo eso sólo había servido para confundirlo más y más, hasta el punto de no estar seguro de nada. Pero volvería a estarlo. Tarde o temprano siempre recordaba lo que debía hacer.

—No estoy preocupado —contestó en un susurro, con un tono de voz que desmentía por completo sus palabras—. Es más bien... cautela. Si soy cuidadoso todo irá bien.

—Entiendo —dijo la psicóloga, asintiendo con la cabeza.

Durante unos segundos se limitó a clavar sus ojos en él, sin decir nada más, con una mirada tan penetrante que lo hizo sentir incómodo. Ella no entendía. No podía entender. Sólo quería que siguiese hablando, igual que antes. Que siguiese delatándose a si mismo...

Oyó cómo el bolígrafo volvía a deslizarse por el papel, probablemente con alguna anotación más de la psicóloga en su dichoso cuaderno. Y luego escuchó su voz, pronunciando una sentencia que lo paralizó de arriba abajo.

—No es Changmin lo que te preocupa. Eres tu mismo.

—¿Qué...? —exclamó Jaejoong, sin entender nada. Mas ni siquiera pudo terminar la pregunta antes de que la psicóloga volviese a hablar.

—Has dicho que deberías tener cuidado. Temes hacer algo que pueda cambiar tu relación pasada con Changmin, lo que te preocupa profundamente porque no quieres que eso pase. Tu querrías que todo fuese igual que antes —aclaró ella, ante la completa confusión que podía leerse en el rostro de Jaejoong.

—¡¡Será igual que antes, estoy seguro!! —exclamó, más fuerte de lo que pretendía.

—¿Y no te has parado a pensar, Jaejoong, que sólo por el hecho de tener esta clase de temores que antes no tenías, tu relación con él ya ha cambiado? Los temores se reflejan en nuestra forma de actuar, de enfrentarnos a las cosas. Y la afectan invariablemente.

Jaejoong la miró, con la boca algo entreabierta, como si hubiese ido a decir algo y se hubiese quedado a mitad de camino. No lo había pensado, por supuesto, pero ella tenía razón. Otra vez. Por mucho que lo hubiese pretendido esos días, su comportamiento no había sido el mismo. Había estado coaccionado por sus propios pensamientos, por sus propios sueños, lo que le había hecho evitar a Changmin de forma consciente. Porque estaba seguro de que todo pasaría tarde o temprano...

Y estaba seguro de que Changmin había notado hasta cierto punto su comportamiento. Había sorprendido una mirada extrañada en su rostro en más de una ocasión, cosa que no lo ayudaba a tranquilizarse.

Sí, su relación era diferente, ¿Pero cómo evitar que eso ocurriera? Su temor porque algo cambiara en su relación con Changmin era lo que la hacía diferente. ¿Qué podía hacer por evitar ese círculo vicioso?

—No —dijo muy despacio, más para sí mismo que para la psicóloga—. No voy a permitir que eso ocurra. Soy más fuerte de lo que parezco a simple vista, puedo manejar la situación sin que esta cambie.

—Creo que las cosas no funcionan así —respondió ella, en ese tono conciliador que a Jae le parecía tan irritante.

—Me da igual cómo cree que funcionen las cosas —exclamó fuertemente, hastiado de esa conversación que no quería tener y en la que había acabado cayendo—. No nos conoce más allá de lo que pueda haber visto por televisión, ni ha vivido con nosotros como para poder opinar al respecto. No sabe como nos comportamos cuando no hay cámaras grabando.

Por una vez, la mujer guardó silencio, mirándolo de una forma totalmente especulativa, como si estuviera sopesando algo. Su mano daba golpecitos con el bolígrafo sobre el cuaderno, aunque probablemente no era consciente de este hecho. Finalmente, tras un par de minutos en que no hicieron más que mirarse uno a otro, ella volvió a hablar:

—En eso tienes razón —dijo, todavía con esa extraña mirada en los ojos.

Jaejoong no contestó. Se limitó a mirarla con el entrecejo fruncido, esperando. Por lo que había podido ver a lo largo de esa hora, la frase no acababa ahí. Siempre tenía algo más que añadir, algo que por lo general no significaban buenas noticias para él.

En cualquier caso, no tuvo que esperar demasiado. La voz de la psicóloga volvió a ser audible para sentenciar:

—Por eso mañana Changmin y tú tendréis sesión conjunta.



5 comentarios:

  1. omo continua pronto plz!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!1 me desesperoooo *0*

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  2. No te preocupes, probablemente el lunes o el martes habrá más ^_^
    Gracias por comentar!

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  3. hola!!
    no sé cómo he llegado aquí, pero si hay un Jaemin me quedo xDD
    espero el siguiente cap *-*

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  4. Me alegro de que te quedes por aquí ^_^
    Y no te preocupes, que probablemente el lunes habrá nuevo capi.
    Gracias por comentar!

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  5. pmgg me encanta me encanta! escribes muy bien!! y tus historias son realemnte interesantes :)

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