17 agosto 2010

Capítulo 1 (Recursos de la mente)


Capítulo 1: Sesión conjunta





Jaejoong se dejó caer pesadamente sobre el sofá verde oscuro del salón, frente al televisor que no se molestó en encender.

Estaba en el infierno. O en algo que se le asemejaba mucho, y que iba a transformarse en un auténtico calvario de un momento a otro. Exactamente cuando Changmin entrara por la puerta de casa y comenzara a preguntarle por qué razón eran los únicos que al día siguiente iban a tener una sesión conjunta con la psicóloga.

Sabía de sobra que en realidad a Changmin le daba absolutamente igual tener una sesión con él o con todo el grupo junto, porque no iba a variar en nada su actitud: seguiría pareciéndole la misma pérdida de tiempo. Pero le extrañaría, pues podía ser acusado de muchas cosas, pero ser tonto no era una de ellas. Con toda probabilidad lo interrogaría en cuanto pusiese un pie en casa, y Jaejoong era consciente de que ni siquiera podía inventarse una mentira aceptable porque quedaría al descubierto cuando la maldita psicóloga abriese la boca. Y eso sería peor, mucho, mucho peor.

El único consuelo que le quedaba, si es que podía llamarse así, era que la psicóloga no podía contarle a Changmin nada de lo que había descubierto en su sesión anterior, ni siquiera las conjeturas a las que hubiese llegado. En ese sentido estaba amparado por el secreto profesional que la obligaba a permanecer en silencio. Pero había descubierto ese mismo día, muy a su pesar, que ella era capaz de hacerle hablar aun cuando estaba más que decidido a no hacerlo, lo que sin duda sería un completo desastre. Porque su modo de reaccionar a la presión solía consistir en meter la pata una y otra vez hasta enfangarse por completo él sólo y sin la ayuda de nadie...

¡¡Cómo si necesitase más presión en su relación actual con Changmin!! Desde que había puesto los ojos sobre el dichoso drama de su dongsaeng, todo había cambiado, y ni siquiera sabía por qué. Bueno, sí, intuía que tenía que ver en cierto grado con algunas de las escenas que habían rodado, escenas que le habían parecido aberrantes y espectaculares a partes iguales. No era que Min saliese más guapo de lo habitual, ni que actuase de forma muy distinta a como lo había hecho en los Banjun Drama hacía ya unos cuantos años, no. Se trataba de algo bien distinto.

Era el verlo interactuar con esa chica, mostrarse tan encantador como Jaejoong sabía que podía llegar a ser, tan íntimo. Incluso cuando el personaje se mostraba enfadado era el tipo de enfado que requería una estrecha relación previa, y no sólo sentimental, sino también física. Y por más que Jaejoong intentase convencerse una y otra vez de que sólo era una serie, pura ficción, su mente era incapaz de procesarlo como tal.

No soportaba ver a Changmin en esa situación, ni siquiera cuando era falsa.

Jaejoong no era idiota, y sabía perfectamente que Changmin tenía de inocente y virginal lo mismo que él, es decir, nada. De hecho, lo conocía lo suficiente como para dar por hecho que sus conocimientos en la materia estaban lejos de ser escasos. Y eso nunca lo había perturbado, porque era lo normal. De hecho, siempre le hacía muchísima gracia cada vez que leía en alguna parte que todavía quedaban fans que pensaban que cualquiera de ellos seguía siendo virgen.

Pero Jaejoong nunca había visto a su dongsaeng desplegando todos sus encantos para ligar con nadie. Por supuesto sí había hablado de ello en algunas ocasiones, de tal o cual chica con la que había pasado un buen rato, pero nunca lo había visto. Porque cuando Changmin salía en ese plan solía hacerlo solo, y jamás les presentaba a las chicas si la relación no se volvía algo más seria.

Había visto a Yoochun ligar incontables veces, y a Yunho. E incluso a Junsu en alguna que otra ocasión, pero nunca a Changmin. Y ver esa faceta distinta de él por televisión, esa parte de su vida que, a pesar de conocerlo tan bien, Jaejoong nunca había visto, lo había afectado más de lo que podía haberse imaginado nunca. Incluso cuando no paraba de repetirse que era una maldita farsa, pura y simple ficción.

Porque verlo de ese modo le había llevado inevitablemente a preguntarse cómo sería en la vida real, si las chicas caerían rendidas a sus pies a la primera o si tendría que trabajar algo más. Si usaría esa sonrisa de un millón de vatios y pondría cara de buen chico o si por el contrario usaría esa peligrosa mirada que era capaz de conseguir que se derritiera hasta la persona más fría; Si usaría el contacto físico y la cercanía para ganar la voluntad de cualquiera o preferiría que fueran ellas las que se acercasen, casi como si las estuviese retando...

Y por esos estúpidos pensamientos todo se había ido al traste. Porque en algún punto su perturbada mente se había vuelto loca y había cambiado a ‘la chica sin rostro’ con la que Changmin pretendía ligar por sí mismo. Y sus fantasías no se habían detenido en el cómo Changmin pretendía seducirlo. Sus malditos sueños habían ido más y más lejos cada vez hasta que ambos acababan en una cama, sudorosos y jadeantes tras hacer el amor de una forma salvaje. O en una mesa. O en el suelo si no había nada más cerca...

Jaejoong no podía ni alcanzar a describir cómo se había sentido las primeras veces que esos sueños se habían manifestado. Por descontado, uno nunca espera despertarse en plena noche, con la respiración agitada y la ropa interior húmeda después de haber soñado que tu hermano pequeño te aprisionaba contra la pared de una atestada discoteca y te besaba hasta dejarte sin respiración; y te masturbaba rápida y salvajemente con la mano mientras su boca hacía cosas que no deberían estar permitidas sobre la piel de tu cuello. Algo rápido y frenético que te despierta justo en el instante en que te corres contra su pantalón y él te mira con esa sonrisa autosuficiente que tanto odias ver en su cara...

No, nadie está preparado para eso. Y Jaejoong no había sido la excepción. Se había sentido extremadamente perturbado y confundido por ello, preguntándose no menos de un millón de veces qué diablos estaba mal con él. No es que le asquearan esos sueños —la reacción más que evidente de su cuerpo todas y cada una de las noches era prueba suficiente de que no era así—, porque las relaciones sexuales entre dos hombres no le eran desconocidas. Era que fuese precisamente su dongsaeng quien provocara en él todo eso, y más cuando ni siquiera lo veía más allá de una o dos veces cada trimestre.

Sin embargo, esa especie de temor inicial a quedarse dormido por culpa de ese tipo de sueños, pronto había sido reemplazado por un deseo consciente de irse a dormir cuanto antes. A cada día que pasaba había anhelado más y más el momento de irse a la cama para poder soñar con Changmin. Odiaba y amaba esos sueños a partes iguales, consciente de que no debería tenerlos y al mismo tiempo disfrutándolos como si cada uno fuese el último. Al fin y al cabo eso eventualmente se le pasaría, y podría seguir con su vida y su rutina normal sin volver a pensar en ello jamás.

El problema era que antes de que eso hubiese ocurrido, el tribunal había dictado sentencia y de un momento a otro había vuelto a vivir con el Changmin de carne y hueso. Un Changmin un par de centímetros más alto —si es que eso era posible—, con un corte de pelo distinto y un cuerpo aún más trabajado que el de sus sueños. Y eso no había ayudado nada de nada a que todas esas fantasías desapareciesen...

Más bien todo lo contrario. Ahora no necesitaba estar dormido para que toda clase de pensamientos lujuriosos pasasen por su mente. No necesitaba cerrar los ojos para imaginarse a un Changmin semidesnudo cuando podía ver al de carne y hueso pasearse por el apartamento sólo con los pantalones del pijama. Ni necesitaba imaginar su olor, o el tacto de su piel, cuando podía sentirlo a su lado cada vez que veían una película juntos, en ese mismo sofá.

Lo que necesitaba ahora era ocultar la evidencia que su cuerpo traicionero mostraba en cuanto permitía que alguno de esos pensamientos se colara en su mente. Cuando se permitía relajarse durante un instante y se quedaba mirando a su dongsaeng, imaginando sus manos recorriendo su cuerpo hasta el amanecer, y su lengua siguiendo el mismo camino hasta estremecerlo por completo... Odiaba tener que lidiar con una innecesaria e inexplicable erección cuando, por ejemplo, estaban todos relajados, riéndose de algún programa de la televisión, y Changmin apoyaba distraídamente la mano sobre su muslo, o lo rozaba sin querer. Y tener que disimular y fingir que no se da cuenta de nada, y que nada lo afecta...

Todas esas preocupaciones a las que tenía que hacer frente, lo apartaban más y más de su dongsaeng. No quería que fuese así, pero como había dicho la psicóloga, era inevitable. Porque cuanto más tiempo pasaba en compañía de Changmin, más probabilidades había de que se volviera completamente loco y comenzara a confundir fantasía y realidad; más posibilidades de que su cuerpo reaccionara con más rapidez que su mente e hiciera algo de lo que luego se arrepentiría. Algo que cambiaría irremediablemente su relación, que cruzaría esa invisible línea entre lo que pueden hacer dos hermanos, y lo que jamás deberían intentar.

Una línea que Jaejoong hacía tiempo que veía muy, muy difusa.

Y que, estaba seguro, la psicóloga trataría de que cruzase en cuanto tuviese la oportunidad. Porque ella no sabía todavía cuál era exactamente el problema con Changmin, pero en cuanto pusiesen un pie en su despacho al día siguiente, no le quedaría ninguna duda. Sabría exactamente qué es lo que pasaba en cuanto viese su interacción con Changmin, e insistiría en solucionar el problema...

Lo que inequívocamente se traducía en hablar sobre él.

Y lo último que necesitaba Jaejoong era poner en palabras todo el caos que había en su confusa mente.


—~o0o~—


Cuando Changmin entró al despacho de la psicóloga, Jaejoong aún no había llegado, lo que era bastante extraño porque su hyung solía ser bastante puntual. Claro, antes de que se volviese tan raro, lo cuál hablando de él era mucho decir: Jaejoong siempre había sido raro.

Pero desde que habían vuelto a vivir juntos sus extrañas costumbres se habían multiplicado. Por ejemplo, antes siempre solía levantarse muy temprano y les preparaba el desayuno lo quisieran o no. Ahora, sin embargo, parecía costarle mucho abandonar la cama por las mañanas, y a juzgar por las ojeras que solían adornar su cara, no era porque descansase mucho.

Tampoco era igual en cuanto a su higiene. Si bien a todos les gustaba ducharse a menudo, Changmin siempre había sido el más obsesivo en ese sentido, el que odiaba sudar por encima de todo y se duchaba más que los demás. Ahora Jaejoong le ganaba. Había días en que se duchaba hasta tres veces, y teniendo en cuenta que estaban en pleno invierno, no era precisamente por el calor.

Y salía sólo a menudo. Antes siempre tenía algo que hacer fuera de casa, con alguno de los miles de amigos que tenía, ya fuera alguna fiesta o alguna reunión algo más íntima. Ahora salía con la misma asiduidad que en el pasado, pero la mayor parte de las veces lo hacía sólo. Y a juzgar por lo empapado que había vuelto en más de una ocasión, se limitaba a pasear por la calle, oculto bajo uno de sus trescientos gorros y alguna de sus interminables bufandas.

Y cuando estaba en casa tampoco era igual. Había veces en que lo había sorprendido mirándolo de un modo muy extraño, como si tuviese la vista clavada en él pero su mente estuviese muy lejos, con la mirada algo desenfocada. Y cuando salía de su extraño ensueño del país de las hadas, se concentraba en clavar la vista en cualquier otra cosa mientras su sonrisa intentaba enmascarar el súbito calor que subía a sus mejillas.

Si no fuese por completo imposible, Changmin hubiese jurado que lo miraba con deseo.

Pero no podía ser. Porque a pesar de que sabía que Jaejoong había tenido relaciones sexuales con otros hombres, nunca lo miraría a él de ese modo. Lo sabía demasiado bien. Para Jaejoong nunca sería más que su hermano pequeño, cosa que no le había quedado más remedio que asumir hacía mucho tiempo.

No, probablemente tenía que ver con otra cosa, algo que perturbase su mente y que no tuviese absolutamente nada que ver con él...

Aunque eso no explicaba el por qué la psicóloga había puesto tanto empeño en que ese día tenían que acudir los dos juntos. Especialmente cuando el día anterior Changmin no había respondido más allá de monosílabos ante las absurdas preguntas de la psicóloga, al punto de exasperarla tanto que lo había mandado para casa antes de terminar la sesión. Claro, no sin antes aclararle dos o tres veces que tenía que venir con Jaejoong la próxima vez. Como si fuese idiota y no pudiese entenderlo a la primera...

Changmin sospechaba que habían juntado las sesiones de ambos para que la psicóloga no tuviese que volver a sufrirlo en solitario otros cuarenta y cinco minutos. Y para eso la solución era sencilla: juntarlo con Jaejoong o con Yoochun, que jamás tenían reparos en hablar de nada. Probablemente a lo largo de los días que les quedaban para asistir a las sesiones, lo mandarían venir cada día con uno.

Y por él que así fuese. Así sería una pérdida de tiempo de una hora en lugar de las dos que tendría que sacrificar la psicóloga atendiéndolos por separado.

Por fin, Jaejoong apareció, subiendo perezosamente la escalera, al parecer tan perdido en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta de que él ya estaba allí.

Hyung —lo llamó, poniéndose en pie.

Como había anticipado, Jaejoong se sobresaltó, saliendo de su ensimismamiento y luego mirándolo como si fuese la cosa más terrorífica del universo. Era una expresión tan cómica que Changmin no pudo más que sonreír ante el gesto.

—Llegas tarde. No es propio de ti, hyung.

Jaejoong no supo que contestar. Había evitado conscientemente el ir con Changmin hasta la discográfica, alegando que tenía que ir a comprar unas cosas antes de la sesión, y su ‘tardanza’ había sido completamente deliberada. Sencillamente no quería estar a solas con su dongsaeng por tiempo indefinido hasta la hora de entrar. Ya bastante dura iba a ser la sesión en sí como para agregar minutos de tortura por voluntad propia.

En lugar de eso se había mentalizado para actuar normal, o lo que era normalidad en él. Se había planteado el asunto como si no se tratase más que de otro papel a interpretar en uno de los dramas que solía hacer. Aunque por alguna razón se le antojaba un papel muchísimo más difícil que en estos, cuando debería ser al contrario.

En cualquier caso, era mejor acabar cuanto antes. Tras hacer un asentimiento de cabeza a modo de saludo a Changmin, se dirigió directamente a la puerta de la psicóloga y golpeó antes de entrar.

—Jaejoong —dijo la mujer con una sonrisa en cuanto entró en su despacho—. Changmin. Sentaos, por favor.

Sin ninguna clase de ceremonias, ambos se dejaron caer sobre el sofá color crema, y la miraron, expectantes. Estaba claro que, si bien por diferentes razones, ninguno de los dos tenía demasiadas ganas de empezar la conversación.

—Bien —volvió a decir ella, tras coger su cuaderno y su bolígrafo—. Contadme por favor qué habéis hecho desde la última sesión.

Changmin levantó una ceja en dirección a la psicóloga y contestó antes de que Jaejoong pudiese abrir la boca.

—Hace menos de veinticuatro horas que hemos estado aquí, ¿Qué supone usted que podemos haber hecho en tanto tiempo?

La sonrisa de Changmin que acompañó a sus palabras no podía ser más sarcástica, y Jaejoong se encontró a si mismo sonriendo a su vez ante la contestación de su dongsaeng. A Min siempre le habían molestado terriblemente las preguntas absurdas, aun cuando fuese la ‘obligación’ de la psicóloga hacerlas. Por descontado, en veinticuatro horas podían pasar muchas cosas, pero lo normal era que hubiesen transcurrido como las de cualquier otro día, lo cuál no merecía ni siquiera ser mencionado. Básicamente porque a nadie le interesaría saber que habían cenado, se habían ido a dormir, se habían levantado, desayunado, hecho la compra, jugado con el ordenador, comido y vuelto a la consulta. Era absurdo.

Jaejoong amplió su sonrisa al volver a mirar a la psicóloga y, a modo de disculpa, explicó:

—Hemos hecho lo normal de cada día. Nada que merezca especial atención.

La mujer ni se inmutó. No varió su gesto ni con la contestación de Changmin ni con la suya. Se limitó a anotar algo en su cuaderno antes de levantar la mirada y volver a clavarla en él con determinación.

—Eso es interesante —dijo, sin apartar la vista de él—. Pensé que os extrañaría el hecho de tener sesión conjunta, no sé, que lo comentaríais al llegar a casa...

Jaejoong entrecerró los ojos ante el obvio intento de manipulación. Él sabía perfectamente por qué motivo estaban los dos ahí, juntos: porque el día anterior se había delatado más de lo que debiera respecto a con cuál de sus compañeros tenía un pequeño problema. Pero en teoría Changmin no lo sabía. Era obvio que a ella ni siquiera le interesaba saber si se lo había contado, ya que daba por hecho que no. Lo que quería era ver su reacción al mencionar el tema delante de la persona interesada. Por eso en ningún momento había vuelto la vista hacia Changmin, aun a pesar de que había hablado para los dos.

—No —contestó Changmin, con cara de aburrimiento—. Ambos teníamos que venir hoy aquí. Que fuera por separado o no carece de importancia.

Jae volvió la vista hacia su dongsaeng, sorprendido por sus palabras. Era cierto que el día anterior no habían hablado, pero porque él no le había dado la oportunidad de hacerlo. Había estado en su cuarto encerrado la mayor parte de la tarde, y durante la cena lo había evitado deliberadamente, al igual que durante la mañana de ese día. Sin embargo, sí había visto como Changmin lo miraba de una forma que no escondía su curiosidad, y conociéndolo como lo hacía, estaba seguro de que sus palabras no eran del todo sinceras.

Changmin quería saber por qué estaban juntos ahí. Pero por alguna razón había decidido ‘protegerlo’ a él.

Volvió la vista hacia la psicóloga, confuso, y enseguida se dio cuenta de que ella seguía mirándolo a él. Y por algún motivo, su mirada le dio escalofríos.

—Entiendo —dijo ella con ese tono amistoso que resultaba tan irritante—. El ser humano tiende a cuestionarse todo, especialmente cuando más joven es. Que no lo haga sólo puede significar dos cosas: que se conoce la respuesta, o que no hay la suficiente confianza como para hacer dichas preguntas. En vuestro caso, la segunda opción queda descartada, porque doy por hecho que existe confianza de sobra...

—Se me ocurre otra opción —la interrumpió Changmin, sonriendo—: que el tema no sea en realidad interesante.

—Lo cuál en sí mismo es interesante —contrarrestó ella, sonriente—. ¿Por qué no te interesa saber qué haces aquí con Jaejoong?

—Porque no es un secreto que estas sesiones me parecen una pérdida de tiempo. Y el motivo que usted haya tenido para reunirnos puede ser por completo aleatorio, o un modo de que malgastemos el tiempo haciéndonos preguntas que no conducen a ninguna parte.

No contestó inmediatamente. La psicóloga miró durante unos segundos a Changmin, todavía con esa exasperante sonrisa en la boca, y luego volvió deliberadamente su vista hacia Jaejoong antes de preguntar:

—¿Qué piensas tu de eso, Jaejoong?

Jae la miró, y luego volvió la vista hacia Changmin. Realmente quería que eso fuese cierto, que esas sesiones no fuesen más que una pérdida de tiempo en la que él no tuviese nada que ocultar, que le diesen igual. Pero no era así. Porque él sí tenía mucho que perder, mucho que callar y que ocultar a los ojos de su dongsaeng. Cosas de las que por nada del mundo quería hablar y en las que ni siquiera debería pensar.

Bajó la vista hacia el suelo y, con un tono que esperaba que sonase despreocupado, respondió:

—Estoy de acuerdo con Changmin.

Otra vez se hizo el silencio ante su afirmación, uno tan incómodo que obligó a Jaejoong a levantar la vista para saber qué estaba pasando. Y lo que vio lo dejó helado. La mujer parecía extremadamente complacida consigo misma, y seguía sonriendo. Y Jaejoong cayó en la cuenta de lo verdaderamente peligrosa que era esa mujer. Porque realmente le gustaba lo que hacía, lo disfrutaba. Y el instinto le decía que ella no pararía hasta dejar al descubierto todos los secretos de su alma.

—Siento digáis eso —dijo la psicóloga tras el prolongado silencio—. Pero sé que ninguno de los dos lo piensa. Lo creáis o no, en una sola sesión se pueden adivinar muchas cosas, entre ellas que tu —añadió señalando a Changmin— no eres una persona que acepte que las cosas pasen sin cuestionarse nada, y que tu —se volvió hacia Jaejoong—, que sí sueles hacerlo, en lo que se refiere a Changmin eres incapaz.

—Entonces mentimos —comentó Changmin, obviando la última parte de la explicación, y mostrando un semblante aburrido que hacía juego con su tono.

—Lo hacéis, pero ese punto es irrelevante —la sonrisa volvió a aparecer en el rostro de la psicóloga antes de añadir—. No me importa que mintáis, estoy acostumbrada. Me importan las razones que hay detrás de las mentiras.

—Afirmación tras la cual se supone que debemos explayarnos en una diatriba sobre nuestros más profundos pensamientos, ¿Verdad?

—No, en realidad no es necesario —afirmó ella, en respuesta al comentario de Changmin—. Tu actitud beligerante lo deja bastante claro. De hecho, tu forma de encarar la sesión es tan diferente a la de ayer que resulta en extremo reveladora —hizo una pausa, para volver su siniestra mirada hacia Jae una vez más, y luego regresó a Changmin—. No mientes por ti, proteges a Jaejoong. A ti te da igual lo que yo pueda decir, porque eres consciente de que si no quieres no hay nada en este mundo que pueda hacerte hablar. Pero sabes que él no es así. Por ello atraes mi atención para que me centre en ti y evite cuestionarlo a él...

Jaejoong cerró los ojos, esperando la negativa de Changmin, y el consecuente cuestionamiento hacia él, que era lo que la psicóloga pretendía. Que regresara su atención hacia él, hacia los porqués y los cómos que no podía compartir con él. Pero no ocurrió ninguna de las dos cosas. Ante el silencio de Changmin, Jae volvió a abrir los ojos para fijar la mirada en su dongsaeng, y lo que vio lo dejó perplejo. Estaba sonriendo, con esa sonrisa autosuficiente que ponía cuando ganaba...

Y si por un segundo había pensado que podría sentirse avergonzado porque lo hubiesen leído tan fácilmente, nada podía estar más lejos de la realidad. Estaba tranquilo, sereno, y completamente seguro de sí mismo.

—Si alguien no quiere hablar no debería ser obligado a hacerlo —respondió solamente.

Y entonces Jaejoong entendió por qué lo hacía. Changmin siempre había sido el miembro al que más le costaba abrirse a las personas, confiar en la gente, razón por la que en Corea era el menos querido de los cinco. Las fans siempre esperaban de sus ídolos que hablaran y hablaran, incluso contando cosas insustanciales, cosa que Changmin jamás hacía. Y si no hablaba de cosas insustanciales con aquellos a los que, según él, no le importaban, menos iba a hacerlo de otros temas. Desde el debut siempre había sido presionado para que fuese más extrovertido, cosa que no había llevado demasiado bien...

Razón por la cuál ahora lo estaba protegiendo a él. Porque sabía que estaba ocultando algo, algo que no quería contar, y no quería que esa mujer se entrometiera en sus asuntos. “Nadie debería ser obligado a hablar...”

Su lealtad debería haberle hecho sentir bien, pero no era así. Porque dejaba en claro que no había sido tan buen actor como pretendía, que Changmin sabía que algo pasaba.

Y eso lo aterraba...

—Encomiable por tu parte —dijo la psicóloga, devolviéndolo a la realidad—. Pero quizás deberías ser tú el más interesado en que Jaejoong hable, ya que él conoce las razones de que tú estés aquí hoy.



2 comentarios:

  1. aaaa yo encontre tu pag porque era de min y ahorita que me puse a leer tu fic la verdad es que me esta gustando jaemin siiiii, como min le contesta a la psicologa y ella y lo que jae piensa wow como escribes bien. seguiré leyendo sigue asi

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  2. Me alegro de que te haya gustado ^_^
    Yo me he divertido como loca escribiendo esta historia, así que siempre es una alegría saber que a la gente que se lo lee también le guste.
    Muchísimas gracias por tu comentario! ^_^

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