15 octubre 2011

Drabbles


Tema: 1. Inicio
Personajes/Pareja: JaeMin
Rating: PG-13
Palabras: 571
Advertencias: Angst
Disclaimer: Ya me gustaría conocerlos personalmente y saber lo que hacen, pero no. Esto es ficción. Y ellos se pertenecen a sí mismos.
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1. Inicio




Está quieto, en silencio, mirando sin ver. La vida fluye allá abajo, iluminando la noche entre neones y letras brillantes, entre coches y personas que ríen con facilidad. Pero no puede verlas ni oírlas, aislado en ese décimo piso que bien podría ser una galaxia lejana, donde no hay luces, ni sonidos, ni personas... Donde las risas se antojan extrañas, desconocidas, completamente ajenas a él, como si jamás las hubiese experimentado por sí mismo.

Pero no le importa. Sólo es un número más en la lista de cosas que ha perdido, lejos, muy lejos de esos primeros puestos por los que daría la vida. Jaejoong es consciente de que si sigue respirando es porque no tiene control sobre sus pulmones, ni puede dominar los latidos de un corazón que se obstina en seguir golpeando su pecho, constriñendo, castigando. Un corazón que mucho tiempo atrás dejó de ser suyo, que dividió en cuatro partes y entregó gustoso sin pararse a pensar en el incierto futuro.

No dejó una parte para sí, aunque fuese pequeña. Una parte que le permitiese aislar su interior del mismo modo en que había aislado su cuerpo. Una parte a la que poder aferrarse para dejar de pensar y de sentir. Donde olvidar, olvidar, olvidar...

Lo peor es que, si regresase al pasado, volvería a hacerlo. Porque arrepentirse de lo mejor que ha tenido en la vida sería como negar su existencia. Y eso lo mataría con más eficacia que cualquier veneno. Si es que se puede decir que ese guiñapo que apenas se tiene en pie, parado frente al inmenso ventanal de ese hotel sin nombre, sigue vivo.

No puede soportar tenerlos lejos. Duele, perfora, destruye. Lo convierte en un ser irracional, una sombra de quien fue. Confuso, perdido, incapaz de avanzar o retroceder, o tan siquiera de mostrar emoción. Porque si deja salir todo lo que fluye en su interior no habrá marcha atrás, todo será real, irrevocable, devastador... todo habrá terminado.

Y él no puede ponerle un final a lo que siente, a lo que es.

A lo que han sido...

La melodía del móvil se burla de él desde la cama, llevándose el silencio con ese ‘Proud’ que lo atraviesa. Jaejoong deja que las piernas cedan ante su peso y cae al suelo ante la voz de Changmin, armonizando sobre esa letra que él mismo compuso. Esa que salió sin ser planeada, casi sin darse cuenta, directamente de un corazón que necesitaba expresarse.

Y el silencio no es lo único que se rompe con la canción. Jaejoong grita. Se muerde el labio inferior para dejar de hacerlo pero no es suficiente. Vuelve a gritar, ronco, desgarrado, mientras sus puños golpean el suelo, incapaces de alcanzar lo que quiere golpear de verdad. El verso “Si estamos juntos definitivamente podemos superarlo todo” se clava y se retuerce en su pecho, sin dejar rastro en su piel, pero destrozando con la misma efectividad...

Necesita aire, necesita calor para dejar de temblar. Los necesita a ellos...

La melodía se interrumpe y la suple el silencio, pero ya no sirve para devolverle una paz que nunca sintió realmente. Jaejoong se deja caer de espaldas, sobre la madera del suelo, temblando, sabiendo que no podrá parar.

Su agonía no va a tener fin. No hasta que vuelva a tenerlos.

Eso no es más que el inicio.





Tema: 2. Lluvia
Personajes/Pareja: JaeMin
Rating: PG-13
Palabras: 372
Advertencias: Angst
Disclaimer: Ficción y bla bla bla...
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2. Lluvia




Corre. Corre con todas sus energías, con todo su ser. Corre como si de ello dependiese su vida o la de alguien más. Un pie delante del otro, las uñas clavándose en las palmas de sus manos, muda muestra de la rabia que lo llena.

Huye. Sabe que no puede escapar, pero lo intenta. El sudor cae por su rostro, semioculto por la capucha, mientras esquiva árboles y personas, farolas y animales. Sus músculos gritan, pidiendo el descanso que después de tres horas precisan, pero Changmin los ignora. No quiere parar. No quiere pensar.

Se ahoga. Su pecho quema como si se hubiese tragado un cigarro encendido, y su garganta se cierra ante las úlceras que genera. Abre la boca, intentando acaparar todo el aire, pero se le escapa. Y Changmin sabe que ni una bombona de oxígeno lograría calmar sus pulmones, porque lo que siente nada tiene que ver con el ejercicio.

Duele. De un modo que no es físico y que no se puede calmar con ningún remedio. Duele hasta la última partícula invisible que compone su alma. Y aniquila, venciendo unas defensas que jamás existieron. No para él. No para ellos.

Y lo odia. Odia ser tan vulnerable, tener tan poco control sobre su propia persona. Odia estar tan devastado por dentro. Y quiere odiarlos a ellos...

No puede. Por mucho que corra y maldiga cada paso no puede. Por mucho que se aleje de ese apartamento, ahora vacío, no puede. Porque sus malditos sentimientos siempre lo esperan al final del camino, volviendo inútil la huida. Burlándose, despreciándole.

Corre. Aprieta más los puños e intenta acelerar, ahogar hasta el último de sus estúpidos pensamientos. Pero las piernas ya no responden a sus órdenes. Tropieza con la raíz de un árbol y cae de rodillas, y se maldice, y aprieta los dientes con fuerza brutal. Y vuelve a maldecir en silencio mientras sus ojos se revelan también, quitándole por completo su férreo control.

Y en ese instante comienza a llover. Lluvia fina que se mezcla con la tierra bajo sus manos, con el sudor de su rostro. Con sus lágrimas.

Y por primera vez es consciente de que en esa ocasión Jaejoong no va a estar para calmarlo.

04 agosto 2011

En mitad del Pacífico


Personajes/Pareja: Junho/Yoochun-Changmin-Yunho-Jaejoong
Resumen: Junho nunca pensó que la semana de vacaciones con su hermano fuese a ser recordada por cosas completamente ajenas a él.
Rating: R
Palabras: 1845
Disclaimer: No son míos. Para empezar porque a Junho no lo quiero para nada, y para terminar porque los otros cinco aún no me conocen.
Reto: by allalabeth_san: Primavera de 2008. Dong Bang Shin Ki tiene una semana de vacaciones y deciden irse de viaje a Hawaii. Junsu pregunta a los demás si puede invitar a su hermano como regalo por haber terminado la carrera. Como Junho les cae bien a todos, dicen que sí. Lo que a mí me interesa es que me cuentes cómo, a lo largo de esa semana, Junho termina liándose con todos excepto Junsu (que no se entera de nada, es 200% heterosexual y supone que su hermano también porque conoce las novias de las que Junho ha estado enamorado).
Notas: Escrito para “Pedid y se os dará... si tal/si eso”.




En mitad del Pacífico





Brusco, urgente, explosivo... y aún así no carente de cierta dulzura. Apasionado e impaciente, con el punto justo de orgullo como para representar un reto. El último reto. El único que se había planteado de forma consciente, que había buscado más allá de cualquier vestigio de lógica o cautela.

Se levantó en silencio y buscó a tientas su ropa en la oscuridad de la habitación. El frío se colaba a través de la ventana abierta mientras el cielo comenzaba a clarear, después de la breve noche. Fugaz, desenfrenada y ardiente. Mucho más de lo que había llegado a imaginar o desear, aunque de una forma completamente distinta a las anteriores.

Se giró hacia el hombre que descansaba sobre la inmensa cama con expresión calma y apacible, y no pudo evitar revivir las imágenes de lo que había sucedido en esa habitación perdida de un hotel de Hawaii: cómo había descubierto su piel de forma desesperada, casi a trompicones; cómo había respondido a sus caricias, a sus besos, a sus gemidos; cómo había buscado dominar y había terminado siendo el dominado, pero de una forma que no dejaba lugar a dudas de que vencía por que él lo permitía; cómo se había rendido, entregado y arrancado de él respuestas que no sabía que podía dar.

Suspiró y se puso en pie, decidido a vestirse y a salir de ahí cuanto antes, no porque no quisiese quedarse, sino porque sabía que no era prudente, que todo se volvería enormemente complicado si la mañana lo encontraba ahí. O Junsu. Ya bastante había tentado su suerte durante esa semana...

Se puso la camiseta y cogió sus playeras con la mano, asegurándose de que no quedaba ninguna evidencia de que él hubiese pasado la noche ahí. Y tras un último vistazo a Changmin, Junho abandonó la habitación.


—~o0o~—



Apenas pudo dormir hora y media antes de que Junsu viniera a despertarlo, tan cargado de energía como si llevase horas despierto. Abrió las cortinas de su habitación y se puso a parlotear sobre maletas, horarios y aeropuertos, y la pena que le daba que la semana de vacaciones hubiese llegado a su fin.

Junho lo escuchaba a medias mientras se vestía, acusando el exceso de ejercicio y la falta de descanso. Sus días habían estado llenos de Junsu, de risas, de fútbol en la arena y juegos en el agua. De comidas exóticas, bromas que no terminaba de entender y gritos entusiasmados ante cada descubrimiento en esas islas.

Sus noches... sus noches se habían compuesto de placer inesperado y encuentros furtivos, en una sucesión en cadena que jamás se hubiese imaginado antes de estar ahí.

Ni siquiera tenía muy clara la manera en que había comenzado. Recordaba haber salido de su habitación la noche del tercer día, demasiado acalorado como para poder conciliar el sueño. Todo lo que tenía en mente era dar un largo paseo por la playa, quizás correr hasta caer dormido de puro agotamiento...

No había llegado muy lejos. Se lo había encontrado sentado en la arena, mirando las olas con una sonrisa idiota y una botella en la mano de algo que parecía agua, pero que a juzgar por su estado no lo era. Junho suponía que le había dicho algo, o que había intentado ayudarlo a levantarse para que pudiese volver al hotel, pero no eran más que eso, suposiciones.

Porque lo siguiente que recordaba era su propia espalda contra la arena, adhiriéndose a su piel sudorosa, y encima el cuerpo de ese hombre que le había hecho perder la razón por completo. Que le había hecho olvidar quién era y dónde estaba, y sólo desear recorrer, besar y acariciar cada pequeña porción de perfecta piel.

Junho jamás se había sentido tan indefenso ante nadie, fuese hombre o mujer. Jamás había tenido la sensación de estar en un sueño, ni había necesitado aferrarse a alguien con fuerza y desesperación. Era él quién lo había penetrado, sí, pero en ningún momento había dominado el encuentro. Fue el otro quien marcó el ritmo en todo momento, quien subyugó sus sentidos y su cuerpo y los envolvió a los dos en esa frenética danza que había culminado en un orgasmo cegador.

El resto de la noche se había convertido en un ir y venir en su habitación, lleno cómos y por qués, de vergüenza e inseguridad sobre cómo proceder cuando lo tuviera enfrente. En vano, porque cuando se encontraron en el desayuno, Jaejoong no recordaba nada. Y si lo hacía, Junho no pudo encontrar una grieta en su fachada que lo delatase.

—¡Hyung!

Junsu lo miraba con el entrecejo fruncido, a dos pasos de él. Por un momento sus recuerdos se habían vuelto tan vívidos que había olvidado con quién estaba, algo que no debía ocurrir. No si quería evitar que el infierno se desatase. Su hermano era terriblemente protector, tanto con él como con sus compañeros de grupo, y Junho no estaba seguro de que pudiese llegar a entender lo que había ocurrido entre ellos. Ni siquiera él mismo lo entendía...

—Perdona, creo que sigo medio dormido —respondió, ocultando tras una sonrisa cualquier vestigio de sus pensamientos.

—Ya veo. Apresúrate. Yo voy a desayunar, te espero abajo.

Y con la misma energía con la que había entrado, abandonó la habitación.


—~o0o~—



Con él todo había sido más directo. Sin excusas, sin preámbulos y sin dobles intenciones. Se metió en su habitación la cuarta noche y lo esperó sentado en el sofá, junto a la ventana, sin encender ninguna luz. Junho casi se había muerto de la impresión al encontrarlo allí, y todavía alterado le había preguntado el motivo.

Nunca iba a olvidar su respuesta: “Te oí anoche. Te vi. Y sólo pude desear sentirte también. Déjame cumplir mi deseo...”

Había leído sobre ello, incluso había escuchado que podía ocurrir, pero él jamás se había perdido en una voz, de un modo tan irrevocable que sus capacidades de respuesta quedasen anuladas. Sintió su tono en la piel como una caricia, provocando estragos en su cuerpo y en su mente. Y sus objeciones, de haber tenido alguna, quedaron olvidadas.

Fue diferente, más lento y enloquecedor, con el punto justo de arrebato para obnubilar sus sentidos. Cada movimiento era erotismo en estado puro, cada sonrisa una oda a la lujuria, cada embestida un choque frenético de cuerpos, voces y respiraciones alteradas. Junho había acabado agotado sobre esa cama, incapaz de pensar en nada, o de preguntarse qué pasaría cuando volviera a verlo. Le había dado igual...

Sin embargo no fue tan indulgente como Jaejoong. Cada vez que se lo encontraba, cada vez que lo tenía enfrente, algo en sus ojos le decía que no había olvidado ni un solo segundo de esa noche. Y eran miradas tan claras, tan íntimas, que había tenido la sensación de que cualquiera que las viera lo sabría.

Junho no había podido relajarse ni una sola mañana desde entonces. Tener a Junsu sentado a su lado, frente a un Yoochun de sensual sonrisa era como estar sentado sobre el lecho de un faquir: una mirada más larga, un tono de voz distinto, y todo podría desmoronarse.

Afortunadamente Junsu no era alguien que notara ese tipo de cosas, y terminó su último desayuno de las vacaciones sin enterarse de nada.


—~o0o~—



El avión estaba casi vacío, lo cual era una suerte. No para él, que al fin y al cabo le daba igual, sino para los demás. Puede que en Hawaii no fuesen muy conocidos, pero todas las personas que iban en ese vuelo se dirigían a Corea y allí eran poco menos que dioses. De modo que cuanta menos gente los reconociese menos problemas tendrían.

Junho miraba por la ventanilla la interminable extensión de mar que se presentaba ante él. Hasta ese viaje el mar siempre había representado la calma, una planicie donde perderse entre el arrullo de las olas y los reflejos del sol en su superficie.

Después de esas vacaciones nunca iba a volver a verlo igual.

La quinta noche no lo había buscado de forma consciente, pero cuando se quedaron a solas, metidos los dos en el agua, no había podido evitar la curiosidad que se apoderó de él. Las pequeñas gotas deslizándose por su piel como húmedos dedos, brillando bajo la luz de la luna, habían provocado ideas que sólo dos días antes le habrían parecido inapropiadas con el compañero de su hermano, pero que en aquél momento se le habían antojado lo más natural del mundo.

Por una vez él había iniciado el avance, y también por vez primera se permitió entregarse. Junho sintió como cada embestida en su interior enviaba un torbellino de placer por su cuerpo, frenético e irrefrenable, mientras sus labios perdían su identidad hasta repetir sólo un nombre, una y otra vez. Las olas rodeándolos, envolviéndolos en una sustancia que debería sentirse fría, pero que no eran más que caricias chocando contra su abrasadora piel...

Sí le había sorprendido su reacción una vez que la nube de deseo se desvaneció para dar paso al agotamiento y la calma. Su mirada se había vuelto más culpable que la propia, y sus palabras habían suplicado un silencio que ya pensaba guardar.

Yunho no había vuelto a mirarlo a la cara.

Suspiró, cerrando los ojos, preguntándose por enésima vez si se habría equivocado, si había sido demasiado débil para su propio bien, y si eso traería consecuencias. Y al igual que las veces anteriores, tampoco obtuvo respuesta.


—~o0o~—



—Sabes que las vacaciones son para descansar, ¿verdad? —preguntó Junsu, de camino al aparcamiento de Incheon, donde sus coches estarían esperando.

—¿Perdón?

—Las ojeras te llegan hasta el suelo. ¿Qué has estado haciendo por las noches en lugar de dormir?

Junho lo miró sorprendido y entrecerró los ojos, intentando discernir si había segundas intenciones en su pregunta. Mas su mirada era cristalina, llena de complicidad y buen humor. Conocía a su hermano perfectamente y sabía que si sospechara algo de todo lo que había pasado en esa isla no estaría ni remotamente tan tranquilo como se veía.

No, no sabía nada. Nunca iba a saberlo. Lo que había pasado en mitad del Pacífico iba a quedarse enterrado en su mente como el recuerdo de un sueño placentero, lo suficientemente fuerte como para retener imágenes indelebles tras sus párpados al cerrar los ojos, pero tan inverosímil que nadie en su sano juicio creería que había sucedido de verdad.

Suspiró y desvió la mirada, sin responder, como si considerase su pregunta absurda, indigna de recibir una réplica.

Y Junsu no insistió.

07 julio 2011

Una idea brillante


Personajes/Pareja: JYJ
Resumen: Sólo Junsu sabe lo que es tener por compañeros a dos hombres con ideas completamente descabelladas.
Rating: PG
Palabras: 1484
Disclaimer: No son míos. Y no porque no quiera, sino porque no se dejan.
Reto: Cuéntame como llega Jaejoong a decidir que Yoochun necesita un sofá para cantar en la nueva gira. Y que opina el interesado (también Junsu si se puede) al respecto.
Notas: Escrito para Pedid y se os dará... si tal/si eso.




Una idea brillante





—¡Ya lo tengo! —exclamó Jaejoong, dejando caer todas las hojas de papel que tenía entre manos—. ¡Una cama!

Junsu lo miró, desde el otro lado de la mesa, como si hubiese perdido el último tornillo que le quedaba. Habría levantado una ceja de haber tenido la habilidad para ello, pero no la tenía. En su lugar decidió ignorar el comentario y volver a revisar la lista de canciones que iban a incluir en los próximos conciertos. Había aprendido hacía mucho, mucho tiempo que para su salud mental era mejor si no preguntaba.

Desgraciadamente Yoochun no opinaba como él. No tardó ni dos segundos en levantar la mirada hacia su hyung, con toda la curiosidad del mundo pintada en su rostro.

—¿Una cama? No creo que sea prudente...

—¿Por qué no? Una cama quedaría genial.

—No es cómodo cantar acostado.

—Eso depende. No tiene por qué ser acostado-acostado. Puedes estar reclinado en un montón de cojines que te ayuden a mantener un poco la verticalidad.

—Aun así. Si el colchón es muy blando y quedo muy hundido, seguirá siendo incómodo.

—No hay problema. Podemos ir juntos a probar colchones. Elegimos el que más se adapte a ti y listo.

Junsu resopló, levantando la vista hacia sus compañeros, repitiéndose mentalmente que debería estar acostumbrado a este tipo de desvaríos. Pero no lo estaba. Para él el trabajo era algo sumamente importante, tanto que no podía entender que sus hyungs perdiesen el tiempo en ese tipo de debates que no llevaban a ningún lado. No iban a poner a Yoochun a cantar sobre una cama. Bajo ninguna circunstancia. Y estaba seguro de que sus compañeros lo sabían. A veces tenía la sensación de que mantenían ese tipo de conversaciones delante de él con el único propósito de exasperarlo.

—¿Podemos volver a lo que estábamos y dejarnos de idioteces? —sugirió, tratando de que su voz no mostrase lo irritado que se sentía.

—Estamos hablando de cosas importantes —rebatió Jaejoong, con sus enormes ojos llenos de inocencia y excitación al mismo tiempo—. Este puede ser uno de los puntos centrales del concierto. ¡Todo el mundo comentará lo de la cama!

—Precisamente. Si todo lo que va a recordar la gente del concierto es a Yoochun sobre la cama significará que no hemos hecho un buen trabajo.

—A mi me parece una buena idea —intervino Yoochun, mirándolo también.

A diferencia de Jaejoong, que parecía estar realmente emocionado ante la perspectiva de hacer algo diferente, Yoochun se veía más divertido que expectante. Lo miraba con una sonrisa que parecía gritar un ‘a ver cómo sales de esta situación’, y que no hacía más que crispar los nervios de Junsu.

—¿Alguna vez habéis visto en un concierto serio algo semejante?

—No, ¡Pero precisamente por eso sería novedoso! —replicó Jaejoong.

—Inapropiado y fuera de lugar, querrás decir.

—¿Por qué te molesta tanto la idea? A lo largo de los años hemos usado todo tipo de cosas sobre el escenario, desde ropa de vinilo hasta escobas voladoras. Una cama solo sería algo más que...

—Sería una estupidez —lo interrumpió Junsu, negando de forma vehemente con la cabeza—. ¿Sabes lo fácil que sería desafinar al levantarse, o simplemente al moverse? Por no hablar de perder el equilibrio y acabar haciendo el ridículo más absoluto...

—Me halaga tu confianza en mis habilidades —respondió Yoochun, elevando ambas cejas.

Junsu resopló nuevamente, poniendo los ojos en blanco. Era en momentos como esos en los que más echaba de menos a Yunho y a Changmin. El primero siempre escuchaba a todas las partes antes de emitir una opinión, y solía ser lo suficientemente objetivo como para que los demás confiasen en su criterio. El segundo le llevaba la contraria a Jaejoong por sistema, y eso siempre ayudaba a que la atención de su hyung se dispersase.

Cerró los ojos y respiró hondo. Iba a ganar esa discusión, costase lo que costase. Le daba exactamente igual que Jaejoong fuera el director del concierto y que Yoochun estuviese de acuerdo con él. La idea era una gilipollez y no iba a permitir que la gente los recordarse por revolcarse en el escenario sobre una cama.

—Sed razonables por una vez. Nadie nos tomará en serio si hacemos este tipo de cosas...

—¡Tu sí que te tomas las cosas demasiado en serio! —exclamó Jaejoong.

—Alguien debe hacerlo por los tres.

—Sólo es un accesorio más, un simple objeto que..

—¡¡¡Es una maldita cama!!! Las camas son para dormir.

Jaejoong frunció el entrecejo, fulminándolo con la mirada, pero guardó silencio. Yoochun sin embargo no parecía contrariado o enfadado, ni siquiera sorprendido. Lo miraba fijamente, ya sin sonreír, de una manera que a Junsu le hacía pensar en cosas que no tenían nada que ver con el trabajo. Su mirada profunda siempre evocaba en él recuerdos de piel contra piel, de caricias, gemidos y sudor, entremezclados en habitaciones oscuras y sábanas desordenadas. Y su forma de inclinar la cabeza... Yoochun no lo esta viendo; Yoochun lo admiraba, con la misma pasión y determinación con que se contempla una obra de arte en un museo...

Junsu tragó saliva, dándose cuenta de lo que había dicho, y lo que su frase había evocado en la pervertida mente de su compañero.

—Lo que quiero decir es que... —intentó recular, pero la voz suave y susurrante de Yoochun lo interrumpió.

—Yo sí que recuerdo a alguien cantando sobre una cama. Acostado, girando de un lado a otro, con las piernas arqueadas y entreabiertas en el clamor de una pesadilla. Y no me pareció para nada que ese Mozart desafinase... Es más, la imagen me pareció de lo más sugerente...

Lo odiaba. Junsu odiaba que Yoochun sacase a relucir este tipo de cosas en los momentos más inoportunos. Odiaba que utilizase esa información contra él para ganar una discusión que realmente no tenía nada que ver con ese punto. Odiaba que no atendiera a razones y se dejase llevar por los delirios de Jaejoong. Pero por encima de todo odiaba ese tono de voz susurrante y profundo que parecía gritar ‘sexo’ en cada sílaba, y que inevitablemente provocaba en él reacciones que no debería tener en el trabajo.

Junsu bajó la vista hacia la lista de canciones para no tener que seguir viendo esos ojos. No iba a ceder. No podía ceder.

—Eso era un musical. También había vestidos de época europeos y pelucas. Nosotros hacemos un tipo de música que requiere un espectáculo diferente.

—Pero podemos apoyarnos en algunos de los elementos que utilizan para hacer más interesantes las actuaciones. Para ofrecer... otro tipo de imagen. Una que deje fotogramas indelebles en la mente de las fans.

—¿Con una cama?

—¿De verdad no te gustaría? Imagínate a Yoochun, con los pantalones ajustados y la chaqueta violeta entreabierta, tumbado sobre una cama de colores claros, llena de cojines. La cabeza reclinada hacia atrás y los ojos cerrados, tarareando el inicio de una balada...

Junsu podía imaginarlo. Podía verlo con la mano derecha sobre el micrófono, tomándolo con firmeza, mientras su otra mano descansaba sobre el abdomen. E iba subiendo, al mismo tiempo que su voz, mientras arqueaba la cabeza para dejar salir mejor la melodía. Las venas y los tendones marcándose en su cuello mientras el sudor provocado por los focos resbalaba por su rostro, por su pelo... La boca abierta en una nota sostenida que perfectamente podría ser un gemido, largo, profundo y ronco al mismo tiempo...

Uno de los que conocía tan bien.

El micrófono desapareció mientras su mente se perdía en la imagen real más parecida que recordaba. En esa ocasión tampoco había existido la ropa, cubriendo la piel de su compañero. Junsu recordó el modo en que Yoochun se había tumbado en el inmenso sofá negro de su casa, mirándolo con descaro e intentando provocarlo mientras se acariciaba a sí mismo. Su cuerpo prácticamente en penumbras, iluminado sólo por la lámpara de mesa que había al otro lado del salón. Sus labios brillantes por la saliva, incitadores, dejando escapar una respiración cada vez más profunda y desaforada. Su nombre en su lengua, en susurros que nadie en su sano juicio hubiese podido ignorar...

Junsu gimió ante la imagen, cerrando los ojos, y escuchó la risa triunfal de Jaejoong y el choque de manos posterior con Yoochun.

Estaba perdido, y los tres lo sabían.

Suspiró derrotado, cruzando los brazos sobre la mesa y apoyando la cabeza sobre ellos. Y todo lo que fue capaz de responder fue:

—Que sea un sofá.

16 abril 2011

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Personajes / Pareja: Yoochun, Changmin, Junsu, Yunho y Jaejoong.
Rating: G
Palabras: 2.732
Disclaimer: Los cinco me pertenecen. Puede que no podáis verlos, porque solo yo los veo, pero son míos. Y también me lucro debidamente escribiendo estas cosas. Aunque tengo la sensación de que las enfermeras del sanatorio mental donde estoy recluida me roban, porque nunca veo ningún euro por aquí cerca.
Reto: By Hojaverde: Te reto a escribir un fic metafórico, sin trama ni diálogos, en el que como narrador me cuentes cómo serían los trazos de cada uno de ellos si fuesen una pintura, escultura o cualquier otras forma de expresión, relacionándola con su físico, su talento y su carácter. Se trata de unir en un mismo momento tres facetas de tu vida: DBSK, la escritura y el arte.
Notas: Escrito para el certamen “Pedid y se os dará... si tal/si eso”




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Está agotado. No es que se queje, porque sabe perfectamente que no es el único, pero a veces a Jaejoong le gustaría poder llegar a casa y meterse en la cama, olvidándose del mundo. Algo que sabe que no va a ocurrir nunca, y no porque los demás se lo impidan. Su propio carácter es el que siempre se interpone en sus planes, porque es incapaz de acostarse sin dejar preparadas parte de las cosas que van a utilizar en el desayuno. Con ese ritual no gana más de diez minutos cada mañana, pero son diez minutos que permiten que Changmin coma un poco más y que Yoochun disfrute de la calidez de sus sábanas un lapso de tiempo más largo. Y para Jaejoong eso es suficiente.

Por eso sigue en la cocina cuando sabe que todos están ya durmiendo, cuando el silencio en la casa es absoluto. Por eso suele cerrar los ojos y escuchar la nada del apartamento, hasta que es capaz de distinguir las respiraciones acompasadas de sus compañeros, en los dormitorios, roncando con mayor o menor intensidad. Y por eso no le importa. Porque pudiendo elegir ellos siempre serán lo primero.

Abre los ojos y continua con sus rituales, sin verdadera prisa. Mentiría si dijese que no disfruta de esos instantes de silencio y soledad. Y los disfruta precisamente porque son escasos y porque no está realmente solo. Porque sus respiraciones lo custodian y porque unos instantes después será él quien los acompañe.

Solamente cuando sale de la cocina y apaga la luz se da cuenta de que no es el único que aún no duerme. Se apoya en el marco de la puerta mientras, entre sombras, contempla la figura de Yoochun, sentado en el suelo del balcón, con una libreta sobre las piernas cruzadas y un cigarrillo en la mano. Y sonríe, porque por muchas veces que se lo encuentre así, aislado en su propio mundo de fantasmas y emociones, nunca se cansará de la imagen.

Sabe, porque no es la primera vez, que falta mucho para que los siga a la cama con intención de descansar. Es más que probable que el amanecer lo sorprenda, colando rayos de luz entre la bruma matutina y el humo del tabaco, componiendo uno de esos cuadros impresionistas que tanto le gustan. En ocasiones le dan ganas de quedarse ahí, contemplándolo en silencio toda la noche, sólo para ver cómo las emociones se apoderan de él hasta componer cada pincelada de ese cuadro.

Jaejoong frunce el ceño ante esa idea, que ni siquiera sabe de dónde ha salido, pero que no es en absoluto descabellada. Probablemente, si tuviese que comparar a Yoochun con un estilo de pintura determinado, sería el impresionismo. Su compañero es pura luz, algo imprescindible en cualquier obra de ese movimiento artístico. Luz que puede no apreciarse a primera vista, pero que cuando la captas sientes esa imperiosa necesidad de plasmarla en tu retina y guardarla para siempre.

Y como cualquier luz viene acompañado de sombras. Sombras que, lejos de ser oscuras están llenas de color, de esos tonos fríos o desaturados tan característicos del impresionismo. Cada sombra de Yoochun es tan importante como la luz que transmite, porque es donde residen todas esas pequeñas cosas que lo hacen ser quién es. Donde se esconden todos sus dolores, recuerdos, decepciones y sentimientos que no se permite mostrar. Donde nacen cada una de esas canciones que encogen el alma de quien las escucha. Donde cada nota es una de esas pinceladas fragmentadas que al contemplarlas en su conjunto componen la imagen perfecta de un instante irrepetible.

Ni siquiera es importante lo que diga. El modelo carece de importancia y sólo importa el fondo, lo que hay más allá de cualquier cosa que se pueda reconocer. Lo que provoca, lo que mueve en tu pecho con una mirada; lo que es capaz de crear en tu interior con una caricia. El paisaje que construye con una fugaz sonrisa. Cómo es capaz de difuminar todo a su alrededor para que seas incapaz de ver otra cosa que el camino que dibuja con su luz...

Jaejoong vuelve a sonreír, incapaz de contenerse, mientras Yoochun termina su cigarrillo y vuelve a tomar el bolígrafo, impelido por una repentina oleada de inspiración. Si su amigo pudiese oír sus pensamientos probablemente estaría de acuerdo con él. Y no por todas esas razones, por todas esas similitudes que él puede ver tan claras entre la pintura impresionista y su compañero. Estaría de acuerdo porque, al igual que había pasado en su momento con todos esos artistas, estaría orgulloso de llevar el título de un movimiento que se nombró así de forma irónica y peyorativa, y que acabó siendo el más importante de su época.

Jaejoong niega con la cabeza, todavía sonriendo, y se mueve sigilosamente hacia el pasillo, intentando ser una sombra más que no distraiga a su compañero de ese momento íntimo en el que está sumido. Ante él se alza la puerta de la habitación de Changmin y Junsu, entreabierta, y no puede evitar asomarse. Esa necesidad de comprobar que todo está en su sitio es más fuerte que él, y es consciente de que por muchos años que pasen nunca podrá superarla. Jaejoong contempla la espalda de Junsu, que como siempre está girado hacia la pared. Luego sus ojos vuelan hacia Changmin, y la sonrisa se expande en su rostro mientras mira la cara angelical de su dongsaeng. Esa expresión es completamente distinta a la que tiene cuando está despierto. Está desprovista de máscaras, de perspicacia o de malicia. Es tan distinta y a la vez tan suya...

Jaejoong adora cada pequeña parte de Changmin, las buenas, las malas y las que no es capaz de entender, ni siquiera con la parte más retorcida de su mente. Y lo hace porque cada una es parte del puzzle que compone su dongsaeng, y si faltase la más mínima pieza sería inservible e incompleto.

Todavía sonríe cuando se apoya en el marco de la puerta y posa su mano sobre el pomo. Si Yoochun describe el impresionismo, Changmin conforma una obra neoimpresionista. Ambos son muy parecidos y comparten modos de ser y de actuar. Cada uno de ellos puede confundirse entre los colores impregnados en el lienzo porque la viveza de su luz y la intensidad de la pincelada es prácticamente la misma. Pero mientras que en Yoochun lo importante es lo que transmite con cada gesto, lo que deja entrever entre las brumas de un ocaso cada vez más oscuro, en Changmin lo más significativo es lo que no dice, lo que esconde entre una palabra y la siguiente, entre un trazo de color y el inmediatamente posterior.

No es fácil llegar hasta él. Lo que ofrece al mundo es sólo lo que quiere que vean, un conjunto de infinidad de fragmentos que parece no esconder nada más. Solamente cuando uno se acerca puede contemplar cada uno de esos puntos que componen el paisaje completo, pinceladas de colores primarios y puros que jamás se mezclarán entre sí más que en el ojo de quien lo observa. Pequeños trazos cuidados, redondos y perfectos que son muestra del rígido control al que se somete a sí mismo. Que hablan de perfección estudiada, de trabajo, dedicación y esfuerzo.

Changmin nunca deja que noten sus espacios en blanco, vacíos de color y de perfección, pero Jaejoong adora hacer hincapié en ellos. Porque sólo entonces deja salir su verdadera personalidad y pierde el control de sí mismo que tan importante es para el maknae. Sólo entonces sus ojos tienen voz propia y descubren idiomas para él, con una cadencia y una entonación que dejan el mundo en silencio a su alrededor. Sólo entonces sus labios improvisan gestos y sonrisas que no son del todo reales porque es imposible plasmar su color en cualquier medio a su alcance. Y sólo entonces puede llegar a sentir que ya no importa la forma, el modo o la técnica porque se vuelve irrelevante ante la vibrante imagen que se muestra ante él, perfecta e imperfecta a la vez.

El orgullo de su dongsaeng no le permite admitir que esos espacios en blanco son los más importantes, porque gracias a ellos se puede apreciar la pureza de todo lo demás. Pero Jaejoong, y cualquiera que realmente lo conozca, sabe que es así y es capaz de apreciarlo en consecuencia.

Su mirada vuelve a desplazarse a la espalda de Junsu, cuya piel puede apreciarse más allá de las sábanas, definiendo unas líneas que Jaejoong conoce perfectamente. Si la comparación de estilos pictóricos con Yoochun y Changmin es difícil de ver para quienes no los conozcan profundamente, el símil para Junsu es automático nada más cruzar una palabra con él. Su compañero es minimalismo. Respira minimalismo y lo materializa en cada poro de su ser, en cada sonido o pensamiento.

Junsu jamás se complica con nada. Pudiendo elegir siempre tomará el camino directo, sin curvas ni distracciones. Al igual que ese tipo de arte es capaz de ofrecer lo máximo de sí en el mínimo gesto; de dejar a alguien completamente boquiabierto con una única nota sostenida; de hacer contener la respiración de los que le rodean ante la intensidad de un sólo segundo a su lado.

Hace fácil lo difícil. Lo vuelve simple y elemental, deshaciéndose de todo aquello que es prescindible. Nunca empleará diez palabras si puede usar dos, ni veinte colores cuando tres son suficientes. Cualquier parte de Junsu puede extrapolarse hasta convertirse en ese trazo único y definitivo de un cuadro minimalista, que no es gestual, pero que atrae por su perfección y belleza.

Y aún así se puede sentir que detrás de ese trazo hay minutos de imaginación y horas de esfuerzo. Nunca estará hecho a la ligera, cuando sería más que razonable sabiendo todo el talento que guarda en su interior. No entiende de dones, sino de trabajo, frío y calculado.No vale, nada sirve si no es perfecto, y para que lo sea hay que pulir todas y cada una de las capas hasta que la textura sea perfectamente lisa y suave.

Jaejoong ha intentado decirle millones de veces que es suficiente, que cualquier cosa que él haga será mil veces mejor de lo que nadie soñaría jamás, pero Junsu se limita a ignorarlo. Y a Jaejoong no le importa porque es algo que su dongsaeng no va a cambiar, algo que lo define como ese dios de Asia que todos admiran.

Vuelve a arrimar la puerta, con cuidado, sin dejar que la sonrisa abandone sus labios. Su suerte es endiablada, y lo sabe. Si alguien le hubiese dicho al principio que agradecería por cada minuto pasado al lado de sus compañeros, se habría reído. Ahora todo lo que puede hacer es disfrutar y dar gracias, porque cada uno es tan especial y tan único que su propia vida se vuelve insustancial si no están a su lado.

Yunho es la última parada en esa galería en que por una noche se transforma su casa. Jaejoong abre despacio la puerta de la habitación que comparte con él y con Yoochun, y lo observa mientras vuelve a cerrarla. Su compañero se abraza con fuerza al pequeño y viejo peluche que lo vela cada noche, y acompaña cada respiración con un ronquido que se fuga de su boca completamente abierta.

Y Jaejoong no puede evitar reírse al comparar la estampa que tiene delante con uno de sus cuadros favoritos, el famoso ‘Grito’ de Munch. Incluso es probable que los sueños del líder estén llenos de esos fuertes colores que envuelven el universo de la pintura.

Jaejoong se apoya contra la puerta mientras analiza más detenidamente la comparación. El expresionismo parece apropiado para Yunho, más allá de lo que pueda representar un solo cuadro. Al contrario de lo que ocurre por ejemplo con Yoochun, o con Changmin, Yunho no se guarda nada. Es capaz de hacerse entender con facilidad, sin ni siquiera usar palabras, y sus preocupaciones siempre se hacen visibles en su rostro, al menos para él. Su complicado mundo interior queda expuesto para que Jaejoong pueda leerlo, comprenderlo y sumergirse en él. Un mundo dónde es posible que la realidad no sea relevante, y sólo importe la percepción que Yunho tiene de ella, sea acertada o no. Donde Jaejoong debe entretejer un camino a la verdad para que Yunho no se pierda entre las alteraciones que su mente ha creado.

No es objetivo, y Jaejoong aprecia que no lo sea, aunque lo pretenda. Cuando se refiere a los miembros del grupo que lidera, Yunho es crítico y exigente, pero está tan orgulloso de cada uno que es capaz, al igual que él, de apreciar la belleza de lo imperfecto. Sus ojos se ven perdidos a menudo en visiones que el resto no tiene, como si estuviese componiendo una pintura imposible, trazando formas imprecisas de colores ardientes. Instantes que se evaporan como un aleteo antes de que el resto del mundo pueda captarlos.

Jaejoong los capta y los disfruta. Son pequeñas pinceladas que dan forma al Yunho que conoce y que ha aprendido a querer. El que es capaz de crear de la nada un universo de sonrisas para él, de abrazos infinitos. El que inunda todo a su alrededor con la fuerza de su aura, llena de colores fuertes y vibrantes, no del todo combinados entre sí, pero atractivos de igual forma. El que con un roce crea una nueva textura que nadie puede resistirse a explorar.

El mismo que combate cualquier ápice de pesimismo entregándose por completo, sin dejar nada para sí, aunque sepa que puede ser dañado.

Jaejoong suspira y se separa de la puerta para dejarse caer en su cama, sin hacer el más mínimo ruido. Esa noche ha descubierto el impresionismo en el perfil de Yoochun; se ha dejado llevar por el neoimpresionismo de la respiración de Changmin; se ha sumergido en el minimalismo que las líneas del cuerpo de Junsu son capaces de dibujar; y se ha impregnado del expresionismo que rodea cada centímetro de la piel de Yunho. Y es consciente de que podría volverse un avaricioso coleccionista si ellos no compusiesen esa armonía que lo llena todo. Si no abarcasen toda la gama de colores imaginable y añadiesen al círculo cromático colores propios que sólo él es capaz de distinguir. Si no sintiese en su piel cada pincelada y cada trazo, y el cuidado o la agresividad con que son capaces de dibujarlos.

Cierra los ojos y sonríe a la oscuridad ante ese último pensamiento. Aun con todo, sabe que el recorrido no está completo, no sin él. Y no le lleva ni un segundo darse cuenta de donde encaja dentro de esa galería de arte.

Jaejoong es abstracción. Sabe perfectamente que él no es similar a nada y a la vez puede evocar cualquier cosa. Su lenguaje, tanto gramatical como corporal, es propio y genuino, y muy poca gente puede seguir sus derroteros sin perderse. En su lienzo en blanco la figuración resulta demasiado aburrida como para usarla, no cuando se puede llenar el espacio con colores y trazos que parezcan no seguir ninguna regla, pero que tengan el más absoluto sentido para él. Y donde cualquier sentimiento tenga cabida y pueda quedar reflejado si él así lo quiere...

Su sonrisa se hace más amplia y se gira sobre el costado derecho para volver a mirar a Yunho. Durante uno o dos segundos piensa en despertarle y contarle las conclusiones a las que ha llegado, pero enseguida se da cuenta de que no es una buena idea. Ni iba a entenderlo ni le sentaría bien ser despertado para eso.

No, no iba a decir nada. Jaejoong iba a guardar todas esas revelaciones en su interior, como cinco trazos más de ese enorme lienzo que componía su vida. Y puede que quizás, algún día, cuando el tiempo hubiese hecho mella en ellos, compartiera esa confidencia con unos nietos ansiosos, de ojos enormes, que bebiesen de cada palabra que él dijese.

Unos nietos que se sentirían tan orgullosos como él de que hubiese formado parte de los Dioses nacientes del Este.





Notas finales: Nada más leer el reto tuve clarísimo lo que quería hacer. Tanto para Yunho como para Yoochun se me vino a la mente no estilos, sino cuadros específicos, que son los que pongo a continuación. Para Changmin y Junsu tuve clarísimo el movimiento artístico en que los iba a encuadrar, porque tenía clarísima la técnica, aunque no visualizara específicamente un cuadro (también adjunto dos cuadros que son una muestra perfecta de lo que quería expresar). Y para Jaejoong tenía claro el artista. Jaejoong es un Kandinsky xDD (adjuntado también).

Por orden Yoochun, Changmin, Junsu, Yunho y Jaejoong:

 photo Yoochun-art.jpg  photo Changmin-art.jpg

 photo Junsu-art.jpg  photo Yunho-art.jpg

 photo Jaejoong-art.jpg