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16 abril 2012

Historia de un brindis


Personajes / pareja: SiHan
Resumen: Un gesto sencillo puede desencadenar toda una vorágine de sentimientos encontrados.
Rating: PG
Palabras: 1.505
Disclaimer: Siguen siendo de ellos mismos. 
Notas: Escrito para el segundo intercambio “Una imagen, un fanfic” a petición de Hojaverde.


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Historia de un brindis




Todo comenzó con un brindis. Uno que a cualquiera le parecería inocente, pero en el cuál él vio mucho más. 

La mujer era irrelevante, bien arreglada, sí, con el maquillaje perfecto y una ropa cara, pero era una más de las miles de fans que habían conocido desde el debut. Ni siquiera era hermosa, como esas mujeres que es imposible ignorar porque destacan entre la multitud. Era del montón, alta para la estatura media coreana, con un acento chino encantador, pero con la voz tan aguda que hacía palpitar sus tímpanos cada vez que hablaba.

Se había acercado con una sonrisa y paso firme, la copa en la mano. No parecía nerviosa, a pesar de sus palabras, y se había desecho en elogios sobre la actuación que habían ofrecido la noche anterior. Su mirada había vagado por toda la mesa, aderezada con sonrisas y tintineo de pulseras, sin centrarse en ninguno más de lo políticamente correcto. Y había ofrecido un brindis, antes de alejarse, por todos los futuros éxitos del grupo, los que, estaba segura, serían muchos.

Hasta ese momento todo había sido normal. Aburrimiento enmascarado por sonrisas falsas y gestos suaves, medidos, que ofrecían una imagen de completa libertad. Más de lo mismo.

Entonces él se había puesto en pie, la mirada clavada en ella, con una sonrisa que parecía real. Se había inclinado en su dirección, con la excusa de chocar su copa, posando la mano en la chaqueta de su traje para evitar que se abriera sobre los platos sucios de la cena. Y le había susurrado un gracias que evocaba en la mente de Siwon abrazos furtivos y besos robados.

Había mantenido su propia sonrisa a duras penas, con las mejillas mucho más tensas de lo habitual para evitar que cayera, aunque estaba seguro de que la mueca había parecido un tanto agria. Y había evitado mirarla a la cara, clavando los ojos en la copa que tenía sobre las manos, deseando tener el poder de poner el cristal al rojo vivo y quemar sus finos dedos.

Su trago de champán fue corto y amargo, en contraposición con el de ellos. Siwon posó su copa sobre la mesa con fuerza excesiva, haciendo que pequeñas gotas escaparan de sus bordes y cayesen sobre la mesa. Y ellos seguían bebiendo, sin dejar de mirarse, un diálogo sin palabras fluyendo entre los dos.

Se tragó una maldición, sin querer levantar la vista hacia esa mujer. Y escuchó una risa al otro lado de la mesa, probablemente de Kyuhyun, pero no le prestó atención. Todos sus sentidos estaban puestos en el hombre que tenía a su izquierda, de pie, flirteando abiertamente con una desconocida e ignorándolo a él.

Hangeng ni siquiera se sentó cuando terminó el contenido de su copa, ni cuando la mujer se despidió definitivamente, con una mirada poco apropiada para un lugar lleno de personas que disfrutaban de la cena. Y tuvo el descaro de inclinarse respetuosamente cuando se alejaba, como si mereciese una deferencia mayor que cualquiera de las otras mujeres que había en la sala.

Cuando al fin volvió a su silla, sus ojos aún no habían regresado a la mesa, a los comensales de la misma, ni a él. Y su sonrisa había dejado rescoldos en las comisuras de sus labios que no terminaban de apagarse. 

Siwon se mordió la lengua, sabedor de que no era ni el momento ni el lugar, y de que, probablemente, estaba exagerando. Pero el resto de la noche ya no le pareció ni tan brillante ni tan perfecta como se suponía que era. Podrían haber estado celebrando que se habían comido el mundo y vendido billones de discos, pero a Siwon le sabría igual que la noticia de que iban a separarse indefinidamente.

Ceñudo y apagado se mantuvo en un rincón, apartado de todos los focos y de la mayoría de las personas. Sus ojos siempre fijos en la misma dirección, observando cómo Hangeng socializaba con unos y con otros, como reía ante algunas de las ocurrencias de Zhou Mi, o cómo sonreía amable cuando alguien se acercaba desde otro punto del salón. Ajeno por completo a su mal humor y su fulminante mirada.

Al final se quedaron solos, en una mesa cuyos integrantes se habían dispersado a lo largo de la sala. Por toda conversación el murmullo de voces que llegaban desde todos los rincones. Hasta que Hangeng lo miró por fin, de frente, sus ojos oscuros desvaneciendo todo a su alrededor, y preguntó con calma:

—¿Vas a contarme lo que te pasa?

—No me pasa nada —respondió enfurruñado, como el niño de tres años que ya no era.

Hangeng suspiró, y se giró más hacia él, hasta quedar con su brazo derecho apoyado en el respaldo de la silla, y el otro en la mesa.

—Llevas callado toda la noche. 

No necesitó añadir que eso era terriblemente inusual en él. Que en ese tipo de fiestas, en ocasiones anteriores, había reído y conversado como el que más, disfrutando del respiro que suponían en su apretada agenda. No dejaban de ser trabajo, pero era un tipo de trabajo mucho más llevadero. 

Suspiró también, esquivando su mirada y clavando sus ojos en sus propias manos.

—Ha estado fuera de lugar —declaró, volviendo a fruncir el entrecejo.

—¿El qué?

—La mujer. El flirteo. Las sonrisas. Toda esa deferencia hacia ella, y la inclinación más marcada de lo normal.

Vio por el rabillo del ojo cómo Hangeng fruncía el entrecejo con desconcierto. Probablemente ni siquiera recordaba de qué le estaba hablando. Sería una mujer más, una de tantas, que no significaba y nunca significaría nada especial para él. Siwon se sentía idiota por sentir celos de una mujer así, por dejar que lo afectase tanto, pero no podía evitarlo. Siempre había tenido la sensación de que Hangeng desaparecería en cuanto se descuidase y apartase la vista de él. 

Su respuesta, sin embargo, lejos de tranquilizarlo, lo puso aún más tenso.

—¿Te refieres a Shinlù?

Esta vez sí lo miró de frente. Se giró hacia él como un resorte y preguntó con brusquedad:

—¿Shinlù?

—La mujer que se acercó hace unas horas, la del vestido caro y acento chino.

—¿Shinlù? —repitió, sin atender a las palabras de Hangeng—. No sabía que habíais intimado tanto como para que conocieses su nombre.

Hangeng volvió a fruncir el entrecejo, en una mirada que no supo descifrar.

—No lo he hecho. 

—No es lo que parece.

—¿Y qué parece, Siwon? ¿Qué es lo que has visto que te ha molestado tanto?

En esa ocasión no vaciló. 

—He visto a un hombre encantado con lo que tenía delante, con una mujer que lo ha dejado fascinado.

Sonrió. Hangeng esbozó su deslumbrante sonrisa ante él, mirándolo todavía con esa calma tan característica suya, que transmitía paz a cuantos le rodeaban, pero que en ese momento heló el interior de Siwon. Apartó la vista, considerando seriamente levantarse y alejarse de él, pero su respuesta lo detuvo.

—Has visto a un hombre saludando a la dueña de una de las mayores cadenas televisivas de China, la que más espacios nos ofrece. Has visto a un hombre haciendo el trabajo por el que le pagan, representando al grupo que tiene sus actividades en ese país. 

Era definitivamente idiota, no había otra explicación. Si no lo fuera nunca habría llegado a una conclusión tan absurda por un gesto tan pequeño, ni habría sentido esas estúpidas ganas de hacer desaparecer a la mujer del mapa sólo porque miraba a Hangeng como algo más que una inversión. Pero Siwon se sintió tan aliviado que ni siquiera le importó haberse puesto en ridículo así. 

Levantó la vista hacia Hangeng y contempló esa sonrisa deslumbrante, esos ojos en los que se podía leer todo el cariño que sí sentía por él, y que no había estado presente cuando miró a esa mujer. Que nunca estaba presente cuando miraba a los demás, fuesen quienes fuesen. Al menos no con la misma intensidad.

—El que debería controlarse eres tu. Apuesto a que casi todos se han dado cuenta de lo celoso que estás.

Tenía razón, por supuesto. Delante de las cámaras siempre podrían fingir que sólo se trataba de fanservice, que no había nada más. Pero fuera de ellas no tenían esa excusa, y no podían hacer según que cosas. Su relación era algo que no debía andar de boca en boca. 

Terminó de volverse hacia él, hasta que sus rodillas se encontraron, y apoyó descuidadamente su brazo derecho cerca del que Hangeng tenía sobre la mesa, de modo que sus manos se rozasen. Y con apenas un hilo de voz, murmuró:

—Lo siento.

Era cuanto podía ofrecerle ahí, en esa sala atestada de gente, de miradas que no les convenía atraer. Pero por la sonrisa y la mirada de su amante, fue suficiente.

05 marzo 2012

Avalancha


Personaje/pareja(s): Hangeng/Siwon [SuJu]
Rating: PG-13
Petición: de Hojaverde: AU! Época victoriana. Personajes A y B son dos hombres adinerados y casados que pertenecen a un club literario. Ellos y sus mujeres asisten a las reuniones cada viernes y mantienen un idilio a espaldas de todos.
Palabras: 1.643
Notas: Escrito para el Amigo Invisible con Fronteras 2012



Avalancha




Lo ve nada más llegar, sus ojos cruzándose en medio de la habitación, tocando, hundiendo. Su sonrisa sin llegar a serlo, más en su mirada que en sus labios. Está junto a ella, su esposa, su carcelera, pero no es suyo. Nunca lo ha sido y nunca va a serlo.

Ella habla con la anfitriona, ignorando todo lo que pasa a su alrededor, ajena a las miradas, las sonrisas, las conversaciones silenciosas. Ajena a aquello que no puede controlar. Nunca capta las muestras sutiles pero reales de lo que hay entre ellos. Nadie lo ve nunca. La práctica los ha convertido en maestros.

Hangeng se adentra en la estancia, del brazo de su propia esposa, saludando con calidez a los anfitriones y al resto de los presentes. Su sonrisa perfecta, sus modales sobrios pero impecables. El marido ideal, el amigo del que nunca esperarían una traición, porque parece incapaz de ocultar nada.

Pero tiene secretos. Oscuros, escandalosos. Prohibidos. Cosas que ninguna de esas personas imaginaría jamás, que no saben ver bajo su apariencia serena y su sonrisa lampiña. Que no quieren ver. Pero que están ahí, ancladas en su interior con garras de acero, imposibles de arrancar o de matar. Tenaces e inamovibles al igual que él, el hombre que las provoca.

No se da prisa en llegar hasta Siwon, ni siquiera vuelve a mirarlo. Saluda, bromea y ríe con los invitados, y muestra el debido interés por el libro que han elegido esa semana, por las increíbles hazañas del desventurado protagonista. La literatura hace tiempo que perdió la batalla por monopolizar su interés, sometiéndose siempre ante la avalancha de sensaciones que Siwon le provoca. Pero sabe mentir, y suplir esa carencia con ingenio y audacia.

El último escollo en su camino hasta él es su esposa, Victoria, que sonríe agradablemente mientras Hangeng le besa la mano. Que ignora el modo en que sus ojos se enredan con los de su marido cuando los labios tocan su guante de seda. Que se pierde en su sonrisa y se sonroja ente el cumplido que Hangeng le dedica.

Hace algún tiempo todavía era capaz de sentir culpa por esa mujer y por su propia esposa. Lo atormentaba pensar que algún día los descubrirían y que eso les provocaría un inmenso dolor. Que la sociedad los trataría como parias si se hacía público. Pero esa conocida avalancha también se los llevó, dejando sólo ascuas, demasiado grande y poderosa. Demasiado fuerte, profunda y real.

Y al fin está frente a él. Siwon. Amante y amigo. Luz y oscuridad. Centro y periferia de todo lo que despierta su interés.

Hangeng sonríe y extiende su mano, esperando. Anticipando. Siwon cierra el contacto, estrechándola con la suya. Su contacto es cálido y seguro, su textura conocida. Lo que despierta en él no tiene que ver con saludos y cortesía, sino con momentos robados y urgencia entre sombras. Con necesidad desgarradora urgiendo su piel, penetrando hasta el mismo centro de su ser. Con sudor, y labios, y aire insuficiente llenando sus pulmones.

Los ojos de Siwon pierden ese punto rebelde y se vuelven hambrientos. Su mano aprieta con innecesaria fuerza la de Hangeng. Silencio lo único que hay entre ellos, en ese universo creado por los dos, tan frágil como una inofensiva pompa de jabón, tan aislante como paredes de hormigón de diez metros de grosor. Saben que no están solos y que ese momento tendrá un final, pero no oyen ni ven nada más.

Es su propia esposa, Krystal, quien los trae de vuelta al mundo, rompiendo esa burbuja con una sutil pero certera presión sobre su brazo. Hangeng mantiene su sonrisa mientras deja ir la mano de Siwon con una última caricia contra su palma. Se vuelve hacia ella seguro y dueño de sí, dominando por completo su fachada exterior.

Pero no puede controlar lo que siente por dentro, arrasando, destruyendo sus defensas y enturbiando sus sentidos. No puede controlar lo que Siwon despierta en él, que mata con efectiva precisión cada pequeño sentimiento o pensamiento que no tenga que ver con él, con ellos, con lo que son.

Y es consciente de que nunca será capaz de ponerle fin a ese amor.


—~oOo~—


Parpadea mientras baja su mano, y mira subrepticiamente a su alrededor. Victoria sigue hablando con la anfitriona y afortunadamente nadie le presta atención. Siwon suspira y cierra los ojos un segundo, recuperándose, recomponiéndose. Cuando los vuelve a abrir él ya está sentado, lejos, riendo como si el mundo fuese perfecto y nada pudiese perturbarlo.

Siwon odia su calma, odia su sonrisa cuando no la dirige a él. Odia sentir que es el único que se siente afectado por cada pequeño toque o cada mirada. Y siente miedo ante la posibilidad de un final, ante el momento en que Hangeng se de cuenta de la locura en la que están envueltos. El momento en que decida regresar a su vida respetable y sencilla y se olvide de él.

Frunce el entrecejo, fingiendo examinar el libro que van a debatir en esa reunión. No le gusta sentirse así, pero no puede evitarlo. Toda su vida ha sido una mentira, todo su mundo una ilusión falsa e insustancial. Y estaba convencido de que eso nunca cambiaría.

Hangeng irrumpió en ella del mismo modo que un río caudaloso se adentra en el mar. Rápido, inevitable, colándose en su ser hasta que fue incapaz de arrancarlo de ahí. Despertando sensaciones, creando sentimientos y volviéndolo completamente loco. Ahora, su cuidado mundo de apariencias está patas arriba, pero a Siwon ya no le importa. Lo tiene a él, y eso es suficiente. Pero si lo pierde...

No quiere planteárselo. No quiere pensar en el futuro, pero esos malditos pensamientos se filtran y aparecen implacables cuando menos lo desea. Hangeng es mucho mejor actor de lo que él será jamás, y cuando se muestra distante e indiferente hace que se pregunte cuánto hay de verdad en su actitud.

El coloquio comienza oficialmente pero Siwon apenas es capaz de prestar atención. Sigue hojeando el libro, asintiendo ante comentarios que ni siquiera escucha. Volviéndose piedra cada vez que es su voz la que llena el silencio, bebiendo de cada palabra y perdiéndose en la cadencia de cada sílaba.

Pero no lo mira. No es seguro para ninguno de los dos. Siwon no se siente capaz de mantener una fachada sin grietas si sus ojos se clavan en él, si observa cómo su esposa le toca o le sonríe y las reacciones que Hangeng tiene en respuesta. No se siente capaz de no responder inapropiadamente si sus ojos se encuentran en medio de la sala y de seguir sonriendo como si nada ocurriese cuando los aparte otra vez.

Al fin se anuncia la cena y todos se ponen en pie. Siwon suelta el libro con brusquedad y se pone en pie demasiado rápido. Victoria lo mira extrañada, pero él sonríe tranquilizador y se excusa para ir al servicio. Sabe que disponen de pocos minutos y quiere aprovecharlos al máximo.

Hangeng tarda algo más en llegar, y esos segundos se le hacen eternos. Cuando por fin abre la puerta los nervios de Siwon están completamente crispados. Se abalanza sobre él, arrinconándolo contra la madera, mientras sus labios buscan desesperados los de Hangeng. Cuando los encuentra todo lo demás deja de importar.

Si le sorprende la brusquedad de su avance, Hangeng no lo demuestra. Besa sus labios con la misma intensidad, aferrándole con sus brazos, moviendo todo su cuerpo al compás. Lenguas, saliva, calor y necesidad. Piel contra piel, caricias sobre la ropa, urgencia y desesperación. No cabe nada entre los dos, y al mismo tiempo hay todo un universo de pequeñas cosas que componen lo que son y lo que han sido.

Es sólo en esos momentos, cuando lo siente contra su piel, cuando la necesidad de Hangeng se hace tan evidente como la suya, donde Siwon se siente seguro. Porque ahí no hay espacio para fachadas, no existe la mentira en esos ojos oscuros que le dejan leer cuánto significa para él.

Puede que Hangeng viva con Krystal, que duerma todas las noches a su lado y la acompañe siempre. Pero nunca tendrá tanto de él como Siwon en esos breves pero intensos momentos. Esos minutos que le roban a sus vidas para poder seguir adelante con ellas.

Siwon apoya la frente contra la de Hangeng, con los ojos cerrados, tratando de normalizar su respiración agitada. No tienen tiempo para nada más que besos y caricias furtivas. No si quieren mantener ese secreto un poco más.

Aun así, no es capaz de separarse de él y mantiene las manos contra su rostro, perdidas en la suavidad de una piel que conoce muy bien. Sus alientos todavía mezclándose entre ellos.

—Tenemos que volver.

—Lo sé —responde.

Pero no se separa de él. No quiere. No puede. Pensar en la tortura que le espera durante la cena hace que desee quedarse en ese cuarto de baño para siempre.

Pero no es posible. Hangeng rodea sus muñecas con las manos y las aparta de su rostro con suavidad, sonriendo. Sus ojos todavía lo miran con esa emoción que reserva sólo para él.

—Nos veremos esta noche. En el club, después de dejar en casa a nuestras esposas.

Siwon no puede encontrar su voz, anclado en esos ojos y en esa sonrisa. Toda esa conocida avalancha de sentimientos se apodera de él, desbordándolo, y todo lo que es capaz de hacer es asentir.

Hangeng amplía su sonrisa y se separa por completo de él. Compone su aspecto bajo su atenta mirada y sale del servicio tras un último y rápido beso contra sus labios.

Y Siwon está seguro, como ocurre siempre que está a solas con él, de que ese amor no se va a terminar jamás.