04 agosto 2011

En mitad del Pacífico


Personajes/Pareja: Junho/Yoochun-Changmin-Yunho-Jaejoong
Resumen: Junho nunca pensó que la semana de vacaciones con su hermano fuese a ser recordada por cosas completamente ajenas a él.
Rating: R
Palabras: 1845
Disclaimer: No son míos. Para empezar porque a Junho no lo quiero para nada, y para terminar porque los otros cinco aún no me conocen.
Reto: by allalabeth_san: Primavera de 2008. Dong Bang Shin Ki tiene una semana de vacaciones y deciden irse de viaje a Hawaii. Junsu pregunta a los demás si puede invitar a su hermano como regalo por haber terminado la carrera. Como Junho les cae bien a todos, dicen que sí. Lo que a mí me interesa es que me cuentes cómo, a lo largo de esa semana, Junho termina liándose con todos excepto Junsu (que no se entera de nada, es 200% heterosexual y supone que su hermano también porque conoce las novias de las que Junho ha estado enamorado).
Notas: Escrito para “Pedid y se os dará... si tal/si eso”.




En mitad del Pacífico





Brusco, urgente, explosivo... y aún así no carente de cierta dulzura. Apasionado e impaciente, con el punto justo de orgullo como para representar un reto. El último reto. El único que se había planteado de forma consciente, que había buscado más allá de cualquier vestigio de lógica o cautela.

Se levantó en silencio y buscó a tientas su ropa en la oscuridad de la habitación. El frío se colaba a través de la ventana abierta mientras el cielo comenzaba a clarear, después de la breve noche. Fugaz, desenfrenada y ardiente. Mucho más de lo que había llegado a imaginar o desear, aunque de una forma completamente distinta a las anteriores.

Se giró hacia el hombre que descansaba sobre la inmensa cama con expresión calma y apacible, y no pudo evitar revivir las imágenes de lo que había sucedido en esa habitación perdida de un hotel de Hawaii: cómo había descubierto su piel de forma desesperada, casi a trompicones; cómo había respondido a sus caricias, a sus besos, a sus gemidos; cómo había buscado dominar y había terminado siendo el dominado, pero de una forma que no dejaba lugar a dudas de que vencía por que él lo permitía; cómo se había rendido, entregado y arrancado de él respuestas que no sabía que podía dar.

Suspiró y se puso en pie, decidido a vestirse y a salir de ahí cuanto antes, no porque no quisiese quedarse, sino porque sabía que no era prudente, que todo se volvería enormemente complicado si la mañana lo encontraba ahí. O Junsu. Ya bastante había tentado su suerte durante esa semana...

Se puso la camiseta y cogió sus playeras con la mano, asegurándose de que no quedaba ninguna evidencia de que él hubiese pasado la noche ahí. Y tras un último vistazo a Changmin, Junho abandonó la habitación.


—~o0o~—



Apenas pudo dormir hora y media antes de que Junsu viniera a despertarlo, tan cargado de energía como si llevase horas despierto. Abrió las cortinas de su habitación y se puso a parlotear sobre maletas, horarios y aeropuertos, y la pena que le daba que la semana de vacaciones hubiese llegado a su fin.

Junho lo escuchaba a medias mientras se vestía, acusando el exceso de ejercicio y la falta de descanso. Sus días habían estado llenos de Junsu, de risas, de fútbol en la arena y juegos en el agua. De comidas exóticas, bromas que no terminaba de entender y gritos entusiasmados ante cada descubrimiento en esas islas.

Sus noches... sus noches se habían compuesto de placer inesperado y encuentros furtivos, en una sucesión en cadena que jamás se hubiese imaginado antes de estar ahí.

Ni siquiera tenía muy clara la manera en que había comenzado. Recordaba haber salido de su habitación la noche del tercer día, demasiado acalorado como para poder conciliar el sueño. Todo lo que tenía en mente era dar un largo paseo por la playa, quizás correr hasta caer dormido de puro agotamiento...

No había llegado muy lejos. Se lo había encontrado sentado en la arena, mirando las olas con una sonrisa idiota y una botella en la mano de algo que parecía agua, pero que a juzgar por su estado no lo era. Junho suponía que le había dicho algo, o que había intentado ayudarlo a levantarse para que pudiese volver al hotel, pero no eran más que eso, suposiciones.

Porque lo siguiente que recordaba era su propia espalda contra la arena, adhiriéndose a su piel sudorosa, y encima el cuerpo de ese hombre que le había hecho perder la razón por completo. Que le había hecho olvidar quién era y dónde estaba, y sólo desear recorrer, besar y acariciar cada pequeña porción de perfecta piel.

Junho jamás se había sentido tan indefenso ante nadie, fuese hombre o mujer. Jamás había tenido la sensación de estar en un sueño, ni había necesitado aferrarse a alguien con fuerza y desesperación. Era él quién lo había penetrado, sí, pero en ningún momento había dominado el encuentro. Fue el otro quien marcó el ritmo en todo momento, quien subyugó sus sentidos y su cuerpo y los envolvió a los dos en esa frenética danza que había culminado en un orgasmo cegador.

El resto de la noche se había convertido en un ir y venir en su habitación, lleno cómos y por qués, de vergüenza e inseguridad sobre cómo proceder cuando lo tuviera enfrente. En vano, porque cuando se encontraron en el desayuno, Jaejoong no recordaba nada. Y si lo hacía, Junho no pudo encontrar una grieta en su fachada que lo delatase.

—¡Hyung!

Junsu lo miraba con el entrecejo fruncido, a dos pasos de él. Por un momento sus recuerdos se habían vuelto tan vívidos que había olvidado con quién estaba, algo que no debía ocurrir. No si quería evitar que el infierno se desatase. Su hermano era terriblemente protector, tanto con él como con sus compañeros de grupo, y Junho no estaba seguro de que pudiese llegar a entender lo que había ocurrido entre ellos. Ni siquiera él mismo lo entendía...

—Perdona, creo que sigo medio dormido —respondió, ocultando tras una sonrisa cualquier vestigio de sus pensamientos.

—Ya veo. Apresúrate. Yo voy a desayunar, te espero abajo.

Y con la misma energía con la que había entrado, abandonó la habitación.


—~o0o~—



Con él todo había sido más directo. Sin excusas, sin preámbulos y sin dobles intenciones. Se metió en su habitación la cuarta noche y lo esperó sentado en el sofá, junto a la ventana, sin encender ninguna luz. Junho casi se había muerto de la impresión al encontrarlo allí, y todavía alterado le había preguntado el motivo.

Nunca iba a olvidar su respuesta: “Te oí anoche. Te vi. Y sólo pude desear sentirte también. Déjame cumplir mi deseo...”

Había leído sobre ello, incluso había escuchado que podía ocurrir, pero él jamás se había perdido en una voz, de un modo tan irrevocable que sus capacidades de respuesta quedasen anuladas. Sintió su tono en la piel como una caricia, provocando estragos en su cuerpo y en su mente. Y sus objeciones, de haber tenido alguna, quedaron olvidadas.

Fue diferente, más lento y enloquecedor, con el punto justo de arrebato para obnubilar sus sentidos. Cada movimiento era erotismo en estado puro, cada sonrisa una oda a la lujuria, cada embestida un choque frenético de cuerpos, voces y respiraciones alteradas. Junho había acabado agotado sobre esa cama, incapaz de pensar en nada, o de preguntarse qué pasaría cuando volviera a verlo. Le había dado igual...

Sin embargo no fue tan indulgente como Jaejoong. Cada vez que se lo encontraba, cada vez que lo tenía enfrente, algo en sus ojos le decía que no había olvidado ni un solo segundo de esa noche. Y eran miradas tan claras, tan íntimas, que había tenido la sensación de que cualquiera que las viera lo sabría.

Junho no había podido relajarse ni una sola mañana desde entonces. Tener a Junsu sentado a su lado, frente a un Yoochun de sensual sonrisa era como estar sentado sobre el lecho de un faquir: una mirada más larga, un tono de voz distinto, y todo podría desmoronarse.

Afortunadamente Junsu no era alguien que notara ese tipo de cosas, y terminó su último desayuno de las vacaciones sin enterarse de nada.


—~o0o~—



El avión estaba casi vacío, lo cual era una suerte. No para él, que al fin y al cabo le daba igual, sino para los demás. Puede que en Hawaii no fuesen muy conocidos, pero todas las personas que iban en ese vuelo se dirigían a Corea y allí eran poco menos que dioses. De modo que cuanta menos gente los reconociese menos problemas tendrían.

Junho miraba por la ventanilla la interminable extensión de mar que se presentaba ante él. Hasta ese viaje el mar siempre había representado la calma, una planicie donde perderse entre el arrullo de las olas y los reflejos del sol en su superficie.

Después de esas vacaciones nunca iba a volver a verlo igual.

La quinta noche no lo había buscado de forma consciente, pero cuando se quedaron a solas, metidos los dos en el agua, no había podido evitar la curiosidad que se apoderó de él. Las pequeñas gotas deslizándose por su piel como húmedos dedos, brillando bajo la luz de la luna, habían provocado ideas que sólo dos días antes le habrían parecido inapropiadas con el compañero de su hermano, pero que en aquél momento se le habían antojado lo más natural del mundo.

Por una vez él había iniciado el avance, y también por vez primera se permitió entregarse. Junho sintió como cada embestida en su interior enviaba un torbellino de placer por su cuerpo, frenético e irrefrenable, mientras sus labios perdían su identidad hasta repetir sólo un nombre, una y otra vez. Las olas rodeándolos, envolviéndolos en una sustancia que debería sentirse fría, pero que no eran más que caricias chocando contra su abrasadora piel...

Sí le había sorprendido su reacción una vez que la nube de deseo se desvaneció para dar paso al agotamiento y la calma. Su mirada se había vuelto más culpable que la propia, y sus palabras habían suplicado un silencio que ya pensaba guardar.

Yunho no había vuelto a mirarlo a la cara.

Suspiró, cerrando los ojos, preguntándose por enésima vez si se habría equivocado, si había sido demasiado débil para su propio bien, y si eso traería consecuencias. Y al igual que las veces anteriores, tampoco obtuvo respuesta.


—~o0o~—



—Sabes que las vacaciones son para descansar, ¿verdad? —preguntó Junsu, de camino al aparcamiento de Incheon, donde sus coches estarían esperando.

—¿Perdón?

—Las ojeras te llegan hasta el suelo. ¿Qué has estado haciendo por las noches en lugar de dormir?

Junho lo miró sorprendido y entrecerró los ojos, intentando discernir si había segundas intenciones en su pregunta. Mas su mirada era cristalina, llena de complicidad y buen humor. Conocía a su hermano perfectamente y sabía que si sospechara algo de todo lo que había pasado en esa isla no estaría ni remotamente tan tranquilo como se veía.

No, no sabía nada. Nunca iba a saberlo. Lo que había pasado en mitad del Pacífico iba a quedarse enterrado en su mente como el recuerdo de un sueño placentero, lo suficientemente fuerte como para retener imágenes indelebles tras sus párpados al cerrar los ojos, pero tan inverosímil que nadie en su sano juicio creería que había sucedido de verdad.

Suspiró y desvió la mirada, sin responder, como si considerase su pregunta absurda, indigna de recibir una réplica.

Y Junsu no insistió.

07 julio 2011

Una idea brillante


Personajes/Pareja: JYJ
Resumen: Sólo Junsu sabe lo que es tener por compañeros a dos hombres con ideas completamente descabelladas.
Rating: PG
Palabras: 1484
Disclaimer: No son míos. Y no porque no quiera, sino porque no se dejan.
Reto: Cuéntame como llega Jaejoong a decidir que Yoochun necesita un sofá para cantar en la nueva gira. Y que opina el interesado (también Junsu si se puede) al respecto.
Notas: Escrito para Pedid y se os dará... si tal/si eso.




Una idea brillante





—¡Ya lo tengo! —exclamó Jaejoong, dejando caer todas las hojas de papel que tenía entre manos—. ¡Una cama!

Junsu lo miró, desde el otro lado de la mesa, como si hubiese perdido el último tornillo que le quedaba. Habría levantado una ceja de haber tenido la habilidad para ello, pero no la tenía. En su lugar decidió ignorar el comentario y volver a revisar la lista de canciones que iban a incluir en los próximos conciertos. Había aprendido hacía mucho, mucho tiempo que para su salud mental era mejor si no preguntaba.

Desgraciadamente Yoochun no opinaba como él. No tardó ni dos segundos en levantar la mirada hacia su hyung, con toda la curiosidad del mundo pintada en su rostro.

—¿Una cama? No creo que sea prudente...

—¿Por qué no? Una cama quedaría genial.

—No es cómodo cantar acostado.

—Eso depende. No tiene por qué ser acostado-acostado. Puedes estar reclinado en un montón de cojines que te ayuden a mantener un poco la verticalidad.

—Aun así. Si el colchón es muy blando y quedo muy hundido, seguirá siendo incómodo.

—No hay problema. Podemos ir juntos a probar colchones. Elegimos el que más se adapte a ti y listo.

Junsu resopló, levantando la vista hacia sus compañeros, repitiéndose mentalmente que debería estar acostumbrado a este tipo de desvaríos. Pero no lo estaba. Para él el trabajo era algo sumamente importante, tanto que no podía entender que sus hyungs perdiesen el tiempo en ese tipo de debates que no llevaban a ningún lado. No iban a poner a Yoochun a cantar sobre una cama. Bajo ninguna circunstancia. Y estaba seguro de que sus compañeros lo sabían. A veces tenía la sensación de que mantenían ese tipo de conversaciones delante de él con el único propósito de exasperarlo.

—¿Podemos volver a lo que estábamos y dejarnos de idioteces? —sugirió, tratando de que su voz no mostrase lo irritado que se sentía.

—Estamos hablando de cosas importantes —rebatió Jaejoong, con sus enormes ojos llenos de inocencia y excitación al mismo tiempo—. Este puede ser uno de los puntos centrales del concierto. ¡Todo el mundo comentará lo de la cama!

—Precisamente. Si todo lo que va a recordar la gente del concierto es a Yoochun sobre la cama significará que no hemos hecho un buen trabajo.

—A mi me parece una buena idea —intervino Yoochun, mirándolo también.

A diferencia de Jaejoong, que parecía estar realmente emocionado ante la perspectiva de hacer algo diferente, Yoochun se veía más divertido que expectante. Lo miraba con una sonrisa que parecía gritar un ‘a ver cómo sales de esta situación’, y que no hacía más que crispar los nervios de Junsu.

—¿Alguna vez habéis visto en un concierto serio algo semejante?

—No, ¡Pero precisamente por eso sería novedoso! —replicó Jaejoong.

—Inapropiado y fuera de lugar, querrás decir.

—¿Por qué te molesta tanto la idea? A lo largo de los años hemos usado todo tipo de cosas sobre el escenario, desde ropa de vinilo hasta escobas voladoras. Una cama solo sería algo más que...

—Sería una estupidez —lo interrumpió Junsu, negando de forma vehemente con la cabeza—. ¿Sabes lo fácil que sería desafinar al levantarse, o simplemente al moverse? Por no hablar de perder el equilibrio y acabar haciendo el ridículo más absoluto...

—Me halaga tu confianza en mis habilidades —respondió Yoochun, elevando ambas cejas.

Junsu resopló nuevamente, poniendo los ojos en blanco. Era en momentos como esos en los que más echaba de menos a Yunho y a Changmin. El primero siempre escuchaba a todas las partes antes de emitir una opinión, y solía ser lo suficientemente objetivo como para que los demás confiasen en su criterio. El segundo le llevaba la contraria a Jaejoong por sistema, y eso siempre ayudaba a que la atención de su hyung se dispersase.

Cerró los ojos y respiró hondo. Iba a ganar esa discusión, costase lo que costase. Le daba exactamente igual que Jaejoong fuera el director del concierto y que Yoochun estuviese de acuerdo con él. La idea era una gilipollez y no iba a permitir que la gente los recordarse por revolcarse en el escenario sobre una cama.

—Sed razonables por una vez. Nadie nos tomará en serio si hacemos este tipo de cosas...

—¡Tu sí que te tomas las cosas demasiado en serio! —exclamó Jaejoong.

—Alguien debe hacerlo por los tres.

—Sólo es un accesorio más, un simple objeto que..

—¡¡¡Es una maldita cama!!! Las camas son para dormir.

Jaejoong frunció el entrecejo, fulminándolo con la mirada, pero guardó silencio. Yoochun sin embargo no parecía contrariado o enfadado, ni siquiera sorprendido. Lo miraba fijamente, ya sin sonreír, de una manera que a Junsu le hacía pensar en cosas que no tenían nada que ver con el trabajo. Su mirada profunda siempre evocaba en él recuerdos de piel contra piel, de caricias, gemidos y sudor, entremezclados en habitaciones oscuras y sábanas desordenadas. Y su forma de inclinar la cabeza... Yoochun no lo esta viendo; Yoochun lo admiraba, con la misma pasión y determinación con que se contempla una obra de arte en un museo...

Junsu tragó saliva, dándose cuenta de lo que había dicho, y lo que su frase había evocado en la pervertida mente de su compañero.

—Lo que quiero decir es que... —intentó recular, pero la voz suave y susurrante de Yoochun lo interrumpió.

—Yo sí que recuerdo a alguien cantando sobre una cama. Acostado, girando de un lado a otro, con las piernas arqueadas y entreabiertas en el clamor de una pesadilla. Y no me pareció para nada que ese Mozart desafinase... Es más, la imagen me pareció de lo más sugerente...

Lo odiaba. Junsu odiaba que Yoochun sacase a relucir este tipo de cosas en los momentos más inoportunos. Odiaba que utilizase esa información contra él para ganar una discusión que realmente no tenía nada que ver con ese punto. Odiaba que no atendiera a razones y se dejase llevar por los delirios de Jaejoong. Pero por encima de todo odiaba ese tono de voz susurrante y profundo que parecía gritar ‘sexo’ en cada sílaba, y que inevitablemente provocaba en él reacciones que no debería tener en el trabajo.

Junsu bajó la vista hacia la lista de canciones para no tener que seguir viendo esos ojos. No iba a ceder. No podía ceder.

—Eso era un musical. También había vestidos de época europeos y pelucas. Nosotros hacemos un tipo de música que requiere un espectáculo diferente.

—Pero podemos apoyarnos en algunos de los elementos que utilizan para hacer más interesantes las actuaciones. Para ofrecer... otro tipo de imagen. Una que deje fotogramas indelebles en la mente de las fans.

—¿Con una cama?

—¿De verdad no te gustaría? Imagínate a Yoochun, con los pantalones ajustados y la chaqueta violeta entreabierta, tumbado sobre una cama de colores claros, llena de cojines. La cabeza reclinada hacia atrás y los ojos cerrados, tarareando el inicio de una balada...

Junsu podía imaginarlo. Podía verlo con la mano derecha sobre el micrófono, tomándolo con firmeza, mientras su otra mano descansaba sobre el abdomen. E iba subiendo, al mismo tiempo que su voz, mientras arqueaba la cabeza para dejar salir mejor la melodía. Las venas y los tendones marcándose en su cuello mientras el sudor provocado por los focos resbalaba por su rostro, por su pelo... La boca abierta en una nota sostenida que perfectamente podría ser un gemido, largo, profundo y ronco al mismo tiempo...

Uno de los que conocía tan bien.

El micrófono desapareció mientras su mente se perdía en la imagen real más parecida que recordaba. En esa ocasión tampoco había existido la ropa, cubriendo la piel de su compañero. Junsu recordó el modo en que Yoochun se había tumbado en el inmenso sofá negro de su casa, mirándolo con descaro e intentando provocarlo mientras se acariciaba a sí mismo. Su cuerpo prácticamente en penumbras, iluminado sólo por la lámpara de mesa que había al otro lado del salón. Sus labios brillantes por la saliva, incitadores, dejando escapar una respiración cada vez más profunda y desaforada. Su nombre en su lengua, en susurros que nadie en su sano juicio hubiese podido ignorar...

Junsu gimió ante la imagen, cerrando los ojos, y escuchó la risa triunfal de Jaejoong y el choque de manos posterior con Yoochun.

Estaba perdido, y los tres lo sabían.

Suspiró derrotado, cruzando los brazos sobre la mesa y apoyando la cabeza sobre ellos. Y todo lo que fue capaz de responder fue:

—Que sea un sofá.