31 agosto 2010

Capítulo 3 (Recursos de la mente)


Capítulo 3: Verdad relativa





Yunho miró hacia Changmin, a través de la puerta de cristal que daba al balcón, preguntándose si debía acercarse a él o no. Estaba algo preocupado por su dongsaeng, ya que desde hacía algunos días no era el mismo de siempre. Lo notaba preocupado e inquieto, y por más que había intentado adivinar la razón de su comportamiento, no se le ocurría nada. Uno podría pensar que se debía sólo a los nervios de volver a vivir los cinco juntos, el ajetreo de la mudanza, y todas esas pequeñas cosas a las que todos habían tenido que readaptarse, pero Yunho sabía que no se trataba de eso. Si fuese así, Changmin se hubiese mostrado de esa manera desde que pusieron un pie en esa casa, pero su dongsaeng había estado completamente feliz los primeros días, relajado, como si todo estuviese en su lugar...

Y de pronto había vuelto a esa extraña reserva en la que se escudaba cuando le preocupaba algo. Yunho podía reconocer ese estado perfectamente porque había sido la tónica habitual durante los primeros meses en que habían vivido los dos solos, sin la compañía de Yoochun, Jaejoong y Junsu. Le había costado Dios y ayuda que Changmin dejase aparte su mal humor y admitiese que los echaba de menos. Y más tiempo aún que dejase de preocuparse en exceso por toda la situación. Claro que los consejos perdían eficacia cuando era él quien los pronunciaba, conocido no precisamente por dejar a un lado las preocupaciones...

Sin embargo, todo eso había pasado, y nadie se había mostrado más feliz que Changmin de que volviesen a vivir y a trabajar todos juntos, ni siquiera Jaejoong, que solía ser el paradigma de la unidad familiar. Hasta hacía unos días, Yunho había estado seguro de que ningún problema lograría opacar su buen humor, y de pronto todo había cambiado...

Y ni siquiera podía explicarse por qué. Sabía que sus compañeros no habían discutido entre ellos, ya que siempre se enteraba de esas cosas con bastante facilidad, y sabía además que las sesiones con la psicóloga estaban yendo bien porque era una de sus grandes preocupaciones cuando hablaba con ella, y la mujer no había hecho más que tranquilizarlo al respecto. Entonces, ¿Qué podía ir mal?

Necesitaba averiguarlo, o la curiosidad y la inquietud acabarían con él.

Si le preguntaba directamente a Changmin era probable que lo ignorara, pero teniendo en cuenta que no había nadie más en casa, esa era la única posibilidad. Además, prefería no incluir al resto de sus compañeros en el asunto, puesto que eso sólo lograría atraer más atención sobre su dongsaeng, que estaba seguro de que era lo último que necesitaba.

Y siempre cabía la posibilidad de que Changmin decidiese hablar con él, al fin y al cabo, después de todo el tiempo que habían vivido los dos solos, su relación se había hecho mucho más cercana...

Sin pensárselo dos veces, Yunho abrió la puerta de cristal que daba al balcón y salió al exterior.

Changmin tenía los codos apoyados sobre la barandilla de metal, con la espalda encorvada, y las manos unidas, en una posición que, a quien no lo conociese le parecería relajada. Pero jamás engañaría a ninguna de las cuatro personas que vivían con él: su pie derecho no paraba de golpear contra el suelo, y sus dedos se entrelazaban denotando que si bien su cuerpo se encontraba en ese pequeño balcón, su cabeza estaba muy lejos de allí.

Ni siquiera se volvió a mirarlo. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, y aunque las vistas eran bastante buenas, Yunho sabía que Changmin no les estaba prestando ni un ápice de atención...

Se acercó a él y se apoyó sobre la barandilla, imitando la postura de su dongsaeng, aunque fijó su mirada en el rostro de su compañero, en lugar de en la estampa que tenía delante.

—¿Qué es lo que pasa, Min? —preguntó.

La sutileza no era lo suyo, y nunca lo había sido. Además, el ir directo al punto generalmente le daba excelentes resultados. Claro, si su interlocutor no era Shim Changmin, que como no tuviese ganas de hablar, ningún método sería capaz de arrancarle una sola palabra.

Yunho esperó todo lo pacientemente que pudo, sin apartar sus ojos de él, esperando que por lo menos reconociese su presencia con una de sus miradas de “piérdete”. Pero no fue así. La vista de Changmin no se desplazó ni un milímetro del horizonte que parecía estar contemplando, y sus dedos siguieron entrelazándose sistemáticamente como si ni siquiera lo hubiese oído.

Yunho frunció el entrecejo, dispuesto a repetir la pregunta, aun sabiendo que Changmin lo había oído perfectamente. Sólo Junsu era capaz de abstraerse así.

Mas antes de que pudiese decir tan siquiera una palabra, la voz de Changmin lo interrumpió:

—Comenzaba a preguntarme cuánto tiempo más aguantarías sin venir a hablar conmigo.

Yunho sonrió, consciente de que Changmin estaba intentando meterse con él. Aunque no lo pareciese, esa era una buena señal, ya que significaba que su humor no era tan malo. Su dongsaeng no era de los que tenía reparos a la hora de decirle a quien fuese que lo dejase en paz, aunque normalmente ni siquiera tenía que abrir la boca para lograrlo: una de sus fulminantes miradas, unida a su impresionante altura, era más que suficiente para lograr ese propósito.

Sin embargo, no había hecho ninguna de las dos cosas. Y eso sólo podía significar que quería hablar con él.

—Sí, vale, soy predecible.

Por toda respuesta, Changmin sonrió, todavía sin mirarlo, pero no era para nada una sonrisa divertida. Había una cierta tristeza en el gesto que hizo que el buen humor de Yunho se esfumara y la preocupación volviese a ser su prioridad.

—En serio, ¿Qué es lo que te pasa? —volvió a preguntar, ya sin rastro de sonrisa en su rostro.

Nuevamente Changmin guardó silencio, pero en esta ocasión Yunho no lo presionó. Las cosas con él siempre llevaban su tiempo, el tiempo que su dongsaeng marcaba, y Yunho sabía por experiencia que por mucho que hiciese no iba a lograr que su curiosidad fuese saciada más rápido. Es más, normalmente era al contrario. Así que aunque iba en contra de su naturaleza, no le quedaba más remedio que esperar en silencio a que Changmin encontrase las palabras justas para expresar todo aquello que pasaba por su mente.

Finalmente, tras un par de minutos que a Yunho se le hicieron eternos, Changmin volvió a hablar:

—Jaejoong me desconcierta... —dijo, frunciendo ligeramente el entrecejo, sin apartar la vista de ese punto lejano que parecía encontrar tan interesante.

Por alguna extraña razón, las palabras de Changmin no le extrañaron lo más mínimo. Es más, lo que encontraría verdaderamente raro es que ‘Jaejoong’ y ‘desconcierto’ no fuesen en la misma frase.

—¿Y cuál es la novedad? —preguntó, volviendo a sonreír.

Y una vez más Changmin correspondió a su gesto, con esa misma sonrisa triste y desganada que lo hacía parecer cinco años mayor. Vale, Jaejoong no era la persona más adecuada para poner de ejemplo si uno buscaba ‘lógica’, porque la mayor parte de las veces sus palabras, y sobre todo sus acciones carecían de ella. O al menos de lo que el ser humano normal consideraba ‘lógica’. Pero eso siempre había sido así, y ninguno podía sorprenderse ya por sus extrañas salidas.

Que Changmin estuviese preocupado por algo relacionado con Jaejoong implicaba algo más serio, porque probablemente su dongsaeng era, de los cinco, el que menos se inquietaba por trivialidades...

Ante ese pensamiento, Yunho volvió a impacientarse, deseando saber qué demonios estaba pasando con esos dos y por qué él no estaba enterado, pero sabiamente guardó silencio. Y, en cualquier caso, no tuvo que esperar demasiado.

—Tengo la sensación... —comenzó Changmin, entrecerrando un poco los ojos—. Creo que Jaejoong desconfía de mi.

Yunho frunció el entrecejo ante la afirmación. ¿Estaría bromeando? Vale que la situación le estaba pareciendo de todo menos divertida, pero es que las palabras de Changmin no tenían ningún sentido. ¿Jaejoong desconfiando de cualquiera de sus compañeros? ¿En qué universo paralelo?

—¿Eso es lo que te preocupa? —preguntó, elevando las cejas con incredulidad.

—Cuando he dicho ‘creo’, quería decir en realidad ‘estoy seguro’ —respondió en tono seco, girando por fin el rostro hacia él—. Dudo que hayas reparado en ello, pero Jaejoong no es el mismo desde que nos hemos mudado. O mejor dicho, no es igual conmigo, porque con vosotros sí que es el Jae de siempre.

Yunho sonrió, completamente seguro ahora de que tenía que estar gastándole una broma. Si Jaejoong se hubiese comportado de modo diferente con alguno de sus compañeros, él lo habría notado. No por nada Jaejoong y él siempre habían sido especialmente cercanos. Vale que habían empleado la mayor parte del tiempo que pasaban juntos en ponerse al día de todo lo que habían hecho, hablar sobre los conocidos de ambos y planear cosas que querían hacer ahora que volvían a ser cinco; pero si hubiese alguna faceta distinta en su compañero se hubiese dado cuenta. Ni siquiera él podía ser tan despistado...

—¿Jaejoong? —preguntó incrédulo, ampliando su sonrisa ante lo absurdo de la conversación—. ¿El mismo Jaejoong que te sigue obligando a comerte hasta el último pedazo de carne del plato aun sabiendo que ya no eres un adolescente escuálido?

—El mismo Jaejoong que no es capaz de mirarme a los ojos ni siquiera cuando está sentado frente a mi en la mesa hablando directamente conmigo. El que disimula clavando sus ojos en cualquier otra parte y se escuda en su deslumbrante sonrisa para fingir que todo está bien —respondió Changmin, sin un ápice de diversión ni en la cara ni en el tono—. Dime, Yunho, ¿Cuándo fue la última vez que nos has visto a Jaejoong y a mi sentados en uno de los sillones hablando de nada en particular? ¿Cuándo fue la última vez que viste a Jae tocarme aunque fuera de manera accidental?

Yunho frunció el entrecejo, pensando seriamente en lo que su compañero estaba diciendo. Ahora que lo mencionaba, hacía siglos que no veía a Jae con Changmin, ni en el sofá ni en ninguna otra parte, bromeando como solían hacerlo en el pasado. Y no recordaba la última vez que había oído la risa escandalosa de Jaejoong en ese apartamento, provocada por alguna de las salidas de su dongsaeng que sólo Yoochun era capaz de anticipar...

Vale, era cierto. Pero por alguna razón se le hacía difícil imaginar que Jae no hubiese tocado a Changmin de alguna forma, sobre todo cuando su compañero era tan dado a mostrar su afecto con el tacto. A la que se descuidaban, ahí estaba Jaejoong, abrazándolos o tocándolos siempre que tenía oportunidad. Yunho no podía precisar si era cierto que el contacto con Changmin en ese sentido era inexistente, porque no le había prestado atención, era algo que daba por hecho. Pero si se ponía a pensarlo... ninguna imagen reciente de contacto entre esos dos pasaba por su cabeza.

Sacudió la cabeza, intentando alejar esos pensamientos. Era absurdo, ¿Qué problema podía tener Jae con Changmin?

—Mira, estoy seguro de que las cosas no son así —dijo, apartando la vista para mirar al horizonte—. Seguramente Jaejoong está preocupado por lo del nuevo disco, la nueva compañía, la vuelta a la convivencia... Tendrá un millón de cosas en la cabeza, y con lo despistado que es ni se habrá dado cuenta de que tu estás preocupado...

—Joder, Yunho, en esta casa el único despistado eres tu —resopló Changmin, exasperado.

Yunho volvió a girarse hacia él, sonriendo ante la poca paciencia de su dongsaeng cuando se le llevaba la contraria.

—Min, no estás siendo objetivo, tu...

—¿Y la opinión de la psicóloga te parece lo suficientemente objetiva? —preguntó Changmin, interrumpiéndolo bruscamente y elevando el tono de voz.

Yunho frunció el entrecejo ante la beligerante respuesta de Changmin. Todo su semblante había cambiado por completo. Frente a él ya no había ni rastro de esa indiferencia que su compañero sabía simular tan bien, y toda la calma que pudiera haber sentido se había esfumado. El rostro de Changmin mostraba ahora cuán preocupado estaba en realidad... y cuán alterado.

—¿Qué tiene que ver la psicóloga en todo esto? —preguntó confuso, sin entender nada de nada.

Changmin suspiró de forma pesada, cerrando los ojos, mientras sus hombros se hundían ligeramente. Cuando los volvió a abrir, clavó su vista en el horizonte antes de contestar en apenas un susurro:

—Ayer Jae y yo tuvimos una sesión conjunta con ella. A esa mujer le bastó una hora a solas con él para saber que tenía algún problema conmigo, y pretendía enfrentarlo a mí para que me hablara de ello.

Yunho frunció aún más el entrecejo ante las palabras de Changmin. Para empezar, ni siquiera se había enterado de que sus compañeros habían tenido sesión conjunta. Había estado en casa poco tiempo, ultimando la grabación del disco, reuniéndose con los directivos, con los diseñadores, con los expertos en marketing, y había dado por hecho que cada uno se había reunido con la psicóloga exactamente como el primer día...

Y para terminar, ninguno de sus compañeros había comentado ese acontecimiento tan extraño. Normalmente, tanto Changmin como Jaejoong habrían hablado de ello en la cena, preguntándose qué diablos querría la mujer esa y creando hipótesis con los demás, a cada cual más esperpéntica... Pero ninguno de los dos lo había hecho. Jaejoong llevaba dos días sin cenar con el grupo, alegando malestar estomacal, y Changmin había permanecido taciturno y reservado, en su semblante habitual de los últimos tiempos.

Verdaderamente no entendía una mierda.

—¿Estás seguro de que os reunió por ese motivo? —preguntó, completamente perdido—. Quizás simplemente cada día nos mande ir a dos juntos...

—No, no se trata de eso. La mujer estaba completamente decidida a meter a Jaejoong en un aprieto para que me contara todo, y estoy seguro de que lo hubiese conseguido si yo hubiese tenido ganas de participar en su juego —dijo Changmin apesadumbrado, girando su rostro de nuevo hacia él.

Yunho lo miró en silencio, pensando en las palabras de su dongsaeng. Lo que le estaba contando significaba que había tenido la oportunidad de salir de dudas y la había desaprovechado, porque él también estaba convencido de que, viéndose atrapado, Jaejoong hubiese soltado la lengua. Todo lo que habría tenido que hacer Changmin era permanecer callado y Jae lo hubiese hecho todo solo... Pero no le había dejado...

No entendía ese comportamiento. Estaba ahí, atormentándose e imaginándose quién sabe qué cuando podría haber despejado todas sus dudas. No era propio de Changmin quedarse con la duda, sobre todo si en el proceso podía mortificar a Jaejoong de un modo u otro.

Sin embargo, esa no parecía ser una de sus típicas discusiones, o alguna de sus bromas pesadas. Changmin se lo estaba tomando muy en serio, y Jaejoong, al parecer, también.

—Min, no te entiendo. ¿Por qué no dejaste que te lo contaran?

Su compañero elevó una ceja con completo escepticismo, mirándolo como si de repente le hubiese salido en la cara una verruga enorme.

—¿Con qué objeto? Obligar a Jaejoong a que me cuente algo no entra dentro de mis planes, gracias. Si hubiese dejado que esa mujer lo acorralara habría hablado, sí, y luego se arrepentiría, huiría, se escondería rumiando lo que había hecho y al final me echaría la culpa por haberlo obligado a contármelo cuando bajo ningún concepto quería hacerlo. Y eso siendo optimista...

Vale, tenía razón. Lo que Changmin estaba describiendo era un comportamiento muy propio de Jaejoong. Y si la cosa era realmente seria, como parecía, Jae podría enfurruñarse y dejar de hablar a su compañero durante meses, lo que no era para nada la situación idónea para un grupo que estaba a punto de sacar un disco después de años. Y menos para una convivencia pacífica...

Pero el no saber... Él mismo no se hubiese aguantado si estuviera en la situación de Changmin. La curiosidad hubiese sido mucho más fuerte, y luego siempre podría encontrar la manera de que Jaejoong lo perdonase... En cierto sentido eso era mucho mejor a la incertidumbre, sobre todo si, como su dongsaeng, luego iba a atormentarse con cosas tales como que Jaejoong no confiase en él y los motivos que habría detrás de eso...

—¿Y no tienes ni idea de cuál es exactamente el problema?

No contestó. Changmin apartó la vista de él y volvió a mirar al horizonte, como si meditara sus palabras. Conociéndolo como lo hacía, Yunho estaba seguro de que habría creado en su mente mil y una hipótesis, y analizado meticulosamente todos y cada uno de los gestos y palabras de Jaejoong para luego desechar la mitad de ellas. Y luego habría analizado su propio comportamiento para desechar la mayor parte de las hipótesis que le quedaban...

Lo que tenía claro es que, si Changmin no tenía una idea precisa de lo que pasaba, al menos tendría sospechas fundadas...

—No —dijo al cabo de unos minutos, tan bajo que Yunho apenas lo oyó—. Las opciones que se me ocurren son... demasiado descabelladas.

Ante tal afirmación, Yunho no pudo evitar sonreír.

—Hablamos de Jaejoong... Ninguna hipótesis sería lo suficientemente descabellada.

Changmin sonrió también, aunque ni siquiera lo miró. Con los ojos aun clavados en el horizonte dijo:

—Sí lo son, créeme. Lo primero que se me ocurrió fue que estuviese enfermo, que le hubiesen descubierto alguna enfermedad crónica o algo así y que se estuviese callando para que no nos preocupáramos —comentó, entrelazando las manos sin darse cuenta—. Pero eso no tiene ningún sentido, porque si fuese así su comportamiento sería raro con todos, y no solamente conmigo. La otra opción que se me ocurre...

Un ruido sonó a sus espaldas, interrumpiendo a Changmin, y ambos se giraron hacia la puerta abierta del balcón a tiempo de ver a Jaejoong de pie, con cara de sorpresa, parado justo en frente de una de las macetas de Yunho hecha añicos.

Se suponía que él y Changmin estaban solos en casa, pero en algún punto Jaejoong había regresado, y ambos habían estado tan absortos en su conversación que ni siquiera se habían dado cuenta. Y a juzgar por la expresión culpable y mortificada del mayor, su charla había sido de todo menos privada.

—¡Jae! —exclamó Yunho, intentando amenizar la situación—. No te oímos llegar...

Jaejoong ni siquiera lo miró. Sus ojos estaban clavados en Changmin, y cuando Yunho volvió la vista hacia su dongsaeng se dio cuenta de que su máscara indiferente volvía a estar en su lugar. No había ni rastro de emoción en su cara: ni furia, ni confusión, ni preocupación, ni ningún otro sentimiento que uno pudiese imaginarse en una situación así. Estaba completamente sereno, tanto, que no había un solo músculo de su cuerpo que traicionase esa fachada.

—Mi sesión con la psicóloga ha sido algo más corta hoy —respondió Jaejoong, sin volverse a mirarlo siquiera.

Por algún motivo, la mirada que Jaejoong dirigía a Changmin lo estaba haciendo sentir incómodo. No era una mirada de disculpa, como cabría imaginar dada la situación, ni una mirada recelosa de quien sabe que dos de sus amigos han estado especulando con su privacidad. Era pura curiosidad, tan intensa que Yunho hubiese jurado que casi podía palparse; y atravesaba a Changmin de un modo tan íntimo que estaba haciendo sentir a Yunho excluido.

Se aclaró la garganta, incómodo, y en un tono que esperaba que sonase convincente, dijo:

—Yo... tengo una reunión con Choi MinSu a la que creo que ya llego tarde —anunció, esquivando los trozos de arcilla que había en el suelo y pasando junto a Jaejoong.

Ni siquiera supo si lo habían escuchado, porque ninguno de los dos se volvió a mirarlo, ni mucho menos contestó. Y honestamente, hubiese mentido si dijese que no se lo esperaba. Había algo muy extraño entre esos dos, algo que era evidente que tenían que resolver solos. Y cuanto antes saliera él de ahí, antes podrían hacerlo.

Se encaminó hacia el vestíbulo y, tras una última mirada hacia el balcón, abandonó el piso.


—~o0o~—


En cuanto la puerta se hubo cerrado, Jaejoong dio un paso en dirección a Changmin, pisando los cachos de la maceta que sin querer había roto. En ningún momento había pretendido escuchar lo que hablaban sus compañeros, ni mucho menos hacerlo a hurtadillas como un vulgar ladrón... Pero en cuanto escuchó su nombre no había podido resistirse...

Había entrado en casa sin ni siquiera percatarse de si estaba alguien más, completamente absorto en su conversación con la psicóloga —a la que por fin había confesado cuál era su problema— y se había dirigido sistemáticamente a su habitación para encerrarse en ella a reflexionar sobre lo que la mujer le había dicho. Pero al atravesar el salón había escuchado la voz de Changmin pronunciando su nombre, y al girar la vista los vio en el balcón.

La curiosidad había sido más fuerte que la sensatez. Se había acercado despacio, en silencio, escuchando atentamente cada una de las palabras de Changmin, como le contaba a Yunho su desastrosa sesión con la psicóloga del día anterior, y como este lo “reprendía” por no haber averiguado todo cuando tuvo la oportunidad.

Y cuando había comenzado a hablar de las hipótesis que tenía sobre él, el terror lo había invadido ante la posibilidad de que realmente acertara. Sin darse cuenta, había tropezado con sus propios pies, y al apoyarse sobre el mueble que tenía más cerca, había empujado una de las macetas de Yunho, que se resquebrajó contra el suelo, revelando su presencia...

La mirada que Changmin le había dirigido en ese segundo que tardó en reconocerlo le había hecho sentir exactamente igual que esa maceta, aunque luego se hubiese escudado bajo ese semblante indiferente que Jaejoong tanto odiaba. Estaba enfadado, mucho, y con razón. Changmin había respetado su intimidad, de forma completamente impecable, y él ni siquiera tenía la decencia de hacer lo mismo con su dongsaeng...

Y estaba dolido. Que no confiase en él, que no le contase lo que le pasaba, le dolía, por mucho que quisiera aparentar que no.

Jaejoong se mordió el labio inferior, mientras salía al balcón, deteniéndose justo frente a Changmin. Ni siquiera sabía que decirle para intentar excusar algo que no tenía justificación, pero necesitaba decirle que confiaba en él, que toda esa absurda situación no tenía nada que ver con la confianza...

Abrió la boca, intentando buscar las palabras precisas, y dijo:

—No estoy enfermo.

Jaejoong frunció el entrecejo ante sus propias palabras. ¿Qué mierda había dicho? Eso no tenía nada que ver con lo que había pretendido decir. Definitivamente a su cabeza le faltaba algún tornillo, porque las cosas que hacía, que pensaba y que sentía no eran ni medio normales...

—Quiero decir que...

—Sé lo que quieres decir —lo interrumpió Changmin, con voz seca y cortante—. Y tú sabes exactamente el motivo por el que he descartado esa opción.

No le iba a dar tregua, era evidente. Su compañero no estaba por la labor de dejarle pasar esa falta, ni tampoco iba a permitirle dar ningún tipo de explicación. Estaba cabreado, aunque su apariencia indiferente lo contradijera, y Jaejoong lo entendía. Si la situación hubiese sido a la inversa, si Changmin hubiese escuchado, por ejemplo, su conversación de la noche anterior con Yoochun, él también estaría muy enfadado. Y avergonzado, y completamente aterrorizado... aunque sus motivos serían muy distintos a los de su dongsaeng.

—Changmin —dijo con voz estrangulada sólo de imaginarse tal posibilidad—, podría decirte que siento haber escuchado tu conversación con Yunho, pero a ninguno de los dos nos serviría esa excusa. Evidentemente no puedo dar marcha atrás y olvidar lo que he oído, y aunque pudiera eso no mitigaría tu enfado —hizo una pausa, intentando poner en orden sus ideas, y levantó la vista hacia Changmin para mirarlo directamente a la cara—. Y lo entiendo —añadió, clavando su mirada en esos ojos castaños y comenzando a retorcerse inconscientemente las manos—. Pero necesito que tu entiendas otra cosa, y es que...

—No tienes que darme ninguna explicación —volvió a interrumpirlo Changmin, sin variar ni un ápice ni su expresión ni su tono de voz—. Yo no te la he pedido, y honestamente no me interesa escuchar tus excusas...

—¡Joder, Changmin! No estoy intentando excusarme —dijo, elevando el tono de voz por la frustración que le provocaba su compañero siempre que se ponía en ese plan—. No tengo justificación, lo sé, lo entiendo, ¿Vale? ¡Pero escúchame!

—Es que no quiero escucharte, Jaejoong —respondió Changmin, con ese tono tan irritante—. No quiero oír cómo me dices que tienes un buen motivo para comportarte así conmigo, ni quiero oír cómo intentas convencerme de que confías en mí y de que me estoy preocupando por nada. Son sólo palabras...

Jaejoong volvió a morderse el labio inferior ante la respuesta de Changmin. Una vez más había adivinado correctamente sus intenciones, había leído en su rostro lo que pretendía hacer y no quería darle tan siquiera una oportunidad. No quería escuchar de su boca lo que sus acciones negaban una y otra vez... “Son sólo palabras”, había dicho, y Jaejoong sabía que tenía razón. Él no podía demostrar con hechos que sí confiaba en él, porque eso sería infinitamente más desastroso que la situación tal como estaba...

—Es la verdad... —murmuró entre dientes, más en respuesta a sus propios pensamientos que a las palabras de Changmin.

—Según dicen, la verdad es relativa. Esa puede ser tu verdad, pero a mí no me sirve, Jaejoong.

Y sin darle tan siquiera tiempo a responder, Changmin entró en el salón y se dirigió directamente al vestíbulo, con obvias intenciones de largarse de casa como minutos antes había hecho Yunho.


—~o0o~—


Cuando Changmin regresó a casa, pasada la media noche, sus compañeros todavía no habían vuelto. Recordaba vagamente que Yoochun y Junsu habían quedado con algunos de sus ex compañeros de Super Junior, medio de incógnito, ya que la SM no les permitía ningún contacto con ‘los ingratos que nos deben todo y al final nos han dado la espalda’; y Yunho había avisado de que pasaría toda la noche fuera, aprovechando el tiempo libre que tenía antes del lanzamiento para pasarlo con la novia.

No sabía dónde estaba Jaejoong, pero conociéndolo no le extrañaría nada que hubiese aprovechado la noche “libre” de sus compañeros para salir a emborracharse con algún amigo. Bien, que se divirtiera, a ver si así dejaba de hacer el gilipollas y volvía a ser el Jaejoong de siempre, porque ya estaba empezando a cansarse de todo eso.

Se dirigió hacia la cocina para servirse un vaso de leche, y luego regresó al salón con la intención de ponerse a ver un rato la tele. Pero antes de que pudiese ni siquiera encender el televisor, su móvil comenzó a sonar, y la pantallita de su teléfono le indicó quien lo estaba llamando: Era Jaejoong.

Durante uno o dos segundos, Changmin consideró seriamente la posibilidad de no cogerle el teléfono. Claro que eso supondría tener que apagar el móvil para el resto de la noche, porque no dejarían de llegar mensajes....

Pero tratándose de su hyung, no era descabellado pensar que se hubiese metido en algún lío importante, como hacer cosas que no debería en un sitio público o meterse con las personas equivocadas. Cuando Jaejoong estaba realmente preocupado por algo, su mente tendía a focalizarse en eso, por lo que no le quedaba espacio para pensar en las cosas que hacía o decía a los demás...

Suspirando, abrió la tapa del móvil y preguntó:

—¿Qué quieres, Jaejoong?

—Eres un cabrón —contestó la voz pastosa de su hyung al otro lado de la línea—. Eres un auténtico cabronazo y no sabes cómo me gustaría poder odiarte...

Changmin elevó una ceja ante sus palabras, reconociendo al instante el tono de voz de su compañero. Era evidente que Jaejoong había estado bebiendo, como había pensado, pero a juzgar por lo pastoso de su voz y lo mucho que parecía costarle vocalizar, había tomado más alcohol del que tomaba habitualmente.

—Estás borracho.

—Las cosas siempre tienen que ser como tu quieres —continuó, ignorándolo por completo—. Dices lo que te da la gana y luego te largas sin darme opción a responderte...

Changmin volvió a suspirar, cerrando los ojos, y respondió con voz paciente.

—No tenías nada que decirme, Jaejoong...

—¡Sí! —exclamó, elevando el tono de voz—. Sí, sí, sí. Tenía que decirte precisamente eso: Eres un cabrón. Tú dices que no quieres que te cuente nada obi...oblivi... que no te cuente nada a la fuerza, pero luego me presionas cada vez que puedes insistiendo en que no confío en ti...

Vale, en parte tenía razón. Él no quería obligar a Jaejoong a nada, pero al mismo tiempo toda la situación le parecía surrealista, y su curiosidad natural no hacía más que volverlo loco. Mil y una posibilidades habían pasado por su mente, posibilidades que había descartado prácticamente al instante por ser absolutamente imposibles. Sólo dos le parecían medianamente razonables, y aun así era imaginar demasiado...

Sólo quería saber de una maldita vez lo que pasaba... No era tanto pedir, ¿o sí?

Volvió a suspirar, consciente de que ese no era el momento ni el lugar para hablar de todo eso.

—Jaejoong, no voy a discutir contigo, estás borracho —dijo, intentando no hacer mucho caso de sus palabras.

—Sí, estoy borracho, ¡Pero hablo muy en serio! —gritó, provocando que tuviese que apartarse un poco el móvil de la oreja—. Joder, Changmin, ¿Por qué no entiendes que no te puedo contar lo que me pasa? Tú menos que nadie deberías querer saberlo...

¿Él menos que nadie? ¿De qué coño iba Jaejoong? Él era el único interesado en todo eso ya que le afectaba directamente. Y si cualquiera de las hipótesis que había pensado eran remotamente posibles, mucho más. ¡Joder! ¿Cómo iba a ignorar algo así y actuar como si nada pasara?

—Haz el favor de bajar la voz, que aun no estoy sordo —dijo, intentando no alterarse también—. Y mejor hablamos mañana, cuando sepas lo que estás diciendo.

—¡NI SE TE OCURRA COLGARME! —volvió a gritar su hyung, ahora con más fuerza—. Esta vez no vas a dejarme con la palabra en la boca, dongsaeng malcriado.

Changmin volvió a suspirar, cansado. Si quería hablar, que lo hiciera. Cuando se ponía en ese plan era mejor no discutir con él y dejarle hacer lo que quisiera...

—Bien, te escucho —respondió resignado.

Exactamente como esperaba, desde el otro lado de la línea sólo le llegó la música del garito perdido donde Jaejoong había estado bebiendo. Su compañero se quedó en silencio, seguramente confundido por el hecho de que hubiese decidido no discutir con él, e inseguro porque realmente no podía decir nada, al menos nada de lo que seguramente tenía en la cabeza.

—¿Lo ves? —respondió Changmin, después de un par de minutos de silencio—. Realmente no tienes nada que decir...

Una especie de resoplido de Jaejoong se escuchó a través del auricular, pero nuevamente guardó silencio.

Realmente era un caso perdido...
Changmin abrió la boca para contestar, pero antes de que pudiese hacerlo, la voz pastosa de Jaejoong susurró:

—No soporto que me odies.

Changmin frunció el entrecejo ante la afirmación. ¿Qué se supone que quería decir eso? Era evidente que él no lo odiaba, ni mucho menos, sino toda esa idiotez le traería sin cuidado. Vale que podían discutir una y mil veces, pero eso siempre lo habían hecho, y no por eso habían dejado de ser como hermanos. Y Jaejoong lo sabía, aun estando completamente borracho... No, no se trataba de eso.

Jaejoong había hablado en presente, pero no se refería a que él lo odiase en ese momento. Se refería al futuro, a lo que él creía que podía ocurrir si le contaba lo que tanto estaba tratando de esconder. Jaejoong estaba convencido de que si se lo contaba arruinaría su relación actual...

¿Realmente podría ser lo que pensaba? ¿No era tan descabellado que Jaejoong...?

Changmin se puso en pie, y se dirigió inmediatamente hacia el vestíbulo, al tiempo que decía:

—Dime dónde estás, Jaejoong. No estás en condiciones de conducir, voy a ir a recogerte.



23 agosto 2010

Capítulo 2 (Recursos de la mente)


Capítulo 2: Paradojas




Jaejoong fulminó a la mujer con la mirada, entrecerrando los ojos ante su afirmación. Se suponía que ella no tenía derecho a revelar la información que hubiese obtenido en las sesiones con sus otros pacientes, pero estaba obviando esa pequeña obligación por completo. Era evidente que quería ponerlo contra las cuerdas y obligarlo a revelar que estaba obsesionado con Changmin hasta el agotamiento, que lo deseaba con una intensidad que rallaba la locura... ¿Pero de qué serviría que se lo confesara? Eso no solucionaría el problema, sólo crearía otro al poner a Changmin en su contra. No soportaría ver el asco, o peor, el desprecio, impreso en la mirada de su dongsaeng...

No podía hacerlo, de ninguna de las maneras. Mentiría si hacía falta, sería su palabra contra la de esa mujer y Changmin lo creería a él.

—No me importa —dijo entonces Changmin, quebrando el silencio que se había hecho tras la afirmación de la psicóloga.

Jaejoong se giró hacia él, con los ojos abiertos como platos por la sorpresa. ¿Desde cuándo a Changmin no le importaba algo que lo involucrara directamente? Es más, ¿Desde cuándo perdía una oportunidad de atormentarlo a él?

Estaba mintiendo. Changmin estaba mintiendo, al igual que había pretendido hacerlo él. Jaejoong sabía positivamente que la curiosidad debía de estar carcomiéndole por dentro, pero era evidente que no quería darle el placer a la psicóloga de entrar en su juego. Sólo había una cosa que superase la curiosidad de Changmin, y era esa era su orgullo...

No pudo evitar sonreír ante la paradoja que tenía delante. En esa consulta estaba teniendo lugar una batalla de voluntades, y la psicóloga iba perdiendo. No había nadie más obstinado que Changmin cuando se lo proponía.

—Vuelves a mentir—dijo la psicóloga, sin perder ni un ápice de su entusiasmo—. Pero entiendo el por qué lo haces. Piensas que si estoy decidida a decir algo, lo haré con tu consentimiento o sin el...

—No. Pienso que si hubiese pretendido decir algo de verdad, ya lo hubiese hecho. Lo que usted quiere es enredarme para que sea yo quien le pregunte a Jae el porqué. Y no voy a hacerlo. Si él quiere contarme algo, lo hará a su debido tiempo...

Jaejoong volvió a sorprenderse por la respuesta de Changmin, aunque realmente no hubiese debido sorprenderle. Podía acusarse a su dongsaeng de mil cosas, pero ser irrespetuoso con los demás no era una de ellas. Podía ser borde, sarcástico y enfadarse de un modo que hacía que todos a su alrededor lo evitasen, pero los respetaba del mismo modo que esperaba que lo respetasen a él.

Volvió a sonreír, aun a pesar de que Changmin no se había girado en ningún momento hacia él, y luego se giró hacia la psicóloga para encararla. Ya estaba bien de que jugara con él, era el momento de coger el toro por los cuernos.

—Yo tengo una duda —dijo, relajado ahora, mirándola fijamente—. ¿No se supone que usted no puede revelar lo que averigua en sus sesiones a otros pacientes? Eso es muy poco ortodoxo...

Si había esperado que la mujer se mostrara contricta por su falta, se quedó con las ganas. Ella lo miró, esbozando nuevamente esa espeluznante sonrisa, y abrió la boca para responderle. Mas antes de que pudiese hacerlo, fue Changmin el que volvió a hablar.

—Puede hacerlo —a pesar de que le estaba respondiendo a él, Changmin no lo miró. Mantenía su mirada fija en la psicóloga, completamente helada—. Puede hacerlo sin faltar al secreto profesional por una simple razón.

Jaejoong esperó, completamente desconcertado, pero Changmin guardó silencio unos instantes más, sin apartar la vista de la mujer ni un solo instante. Estaba claro que esa razón tan aparentemente simple no le hacía más gracia que a él, y por eso la mujer merecía ser receptora de toda la frialdad que podía proyectar con su mirada. Y no era poca. Jaejoong sabía muy bien lo mucho que podía perturbar la mirada de Changmin cuando decidía fulminarte con ella.

Tras unos segundos que se hicieron eternos, por fin se giró hacia él, y sus ojos se hicieron instantáneamente más cálidos antes de continuar:

—Ella puede hacerlo porque técnicamente su paciente es Dong Bang Shin Ki, y eso nos incluye a todos. Por lo tanto no está revelando información a otros pacientes, sino a otras... facciones del mismo.

Jaejoong hubiese debido sentirse furioso por ese ‘pequeño matiz’, y aun más furioso por no haberse dado cuenta él mismo de ese detalle, pero lo cierto es que sus pensamientos estaban muy lejos de esas ‘trivialidades’. Porque Changmin había apoyado distraídamente la mano en su pierna derecha mientras hablaba, como si no se diese cuenta de lo que hacía, y todo pensamiento racional de Jaejoong había salido por la ventana.

El había podido advertir el roce, el calor que transmitía la mano de Changmin allí donde se apoyaba sobre su pantalón, tanto que parecía quemar, y su vista se había perdido en esos largos y suaves dedos, en los marcados tendones que unían su mano con la muñeca, en el brazo duro y musculoso que nacía ahí... Y miles de las imágenes que poblaban sus sueños habían inundado su mente en un nanosegundo, imágenes de lo que esos dedos eran capaces de hacer, de las sensaciones que eran capaces de provocar en él...

Todo su cuerpo se había puesto en tensión en ese brevísimo instante, mientras su corazón hacía el intento de perforar su pecho a juzgar por la intensidad con que latía contra él...

Apartó la vista rápidamente, tratando de apartar también esos pensamientos, con tan mala fortuna que sus ojos se encontraron con los de la psicóloga y lo que vio en ellos lo aterró. Ella comprendía. Probablemente había hecho mil conjeturas de cuál sería el problema exacto que tendría con Changmin, pero como él se había negado a hablar, sólo se habían quedado en eso, meras especulaciones.

Sin embargo, le había bastado ese brevísimo instante de contacto entre ellos para comprender cuál era exactamente el problema: por qué lo turbaba la presencia de Changmin, su mera mención, y por qué se había negado sistemáticamente a hablar de ello...

Jaejoong se tensó todavía más, si es que era posible, al darse cuenta de que ahora estaba por completo en sus manos. Y si ella hablaba, como parecía estar dispuesta a hacer, estaba bien jodido... Porque si pensaba que debía hablarlo con Changmin para que este pudiera rechazarlo formalmente y olvidar el tema de una vez, estaba muy equivocada... Eso crearía un problema mucho, mucho peor...

Y lo destrozaría por completo.

—Es cierto, puedo hablar con todos vosotros de lo que sé de los demás —dijo entonces la mujer, y el corazón de Jaejoong latió aún más violentamente mientras esperaba sus siguientes palabras—. Pero puedo respetar vuestra voluntad si me pedís que no lo haga —añadió, mirándolo significativamente.

Jaejoong frunció el entrecejo, descolocado por completo. Podía asegurar que esa era la reacción que menos esperaba. De hecho, no le habría sorprendido que la mujer se hubiese puesto a gritarle a Changmin un “¡Apártate de él, quiere acostarse contigo!”. Pero no. Por algún motivo había decidido callarse, y aunque Jaejoong no se fiaba ni un pelo de ella, se sintió medianamente aliviado.

—Se está haciendo tarde, y todavía tengo que hablar con vuestros compañeros— continuó, volviendo la vista hacia su cuaderno de notas y apuntando algo—. Nos vemos mañana, pero por separado. Volveréis a tener las sesiones individuales que estaba programadas.


—~o0o~—



Jaejoong no quiso ni levantar la vista hacia Changmin mientras dejaban la consulta, y, aunque caminaba a su lado, sus pensamientos estaban muy lejos de allí. O bueno, no tanto. Más o menos un piso más arriba, girando por el pasillo de la derecha en la séptima puerta. La actitud de la psicóloga lo había desconcertado por completo. Cuando por fin lo tenía en sus manos, aprisionado completamente contra las cuerdas, lo dejaba marchar sin más, sin abrir la boca, y le quitaba la presión de tener que asistir nuevamente con Changmin a las sesiones...

No la entendía para nada, y esa era una de las peores sensaciones que podía tener, porque no podía anticipar su siguiente movimiento y prepararse para él.

Necesitaba pensar, y necesitaba hacerlo solo, porque la presencia de Changmin sólo lograría distraerlo y confundirlo mucho más de lo que ya estaba.

—Yo... tengo algo que hacer —dijo, sin levantar la vista.

Bueno, vale, no se trataba sólo del hecho de que necesitase pensar. También quería alejarse de su dongsaeng y de su inquisidora mirada. Podía haber dicho en el despacho que no le importaba saber qué problema tenía con él, pero ambos sabían que no era cierto... No creía que fuese a hacerlo, pero mejor evitarle la tentación de cuestionarle nada.

—Bien —respondió Changmin, con tono cansado.

Jaejoong elevó la vista hacia él para despedirse con una sonrisa falsa, y se preguntó vagamente qué le estaría pasando por la cabeza. Changmin tenía una expresión pétrea en la cara, vacía, esa que ponía siempre que quería evitar que nadie supiese lo que pensaba. Lo que inevitablemente significaba que había algo en su mente a lo que no paraba de darle vueltas...

Sin apenas darse cuenta, Jaejoong se detuvo, y sin pararse un instante a pensar en lo que iba a decir, preguntó:

—¿Por qué no quisiste saber los motivos por los que tuvimos sesión conjunta hoy?

En cuanto pronunció las palabras, Jaejoong se flageló mentalmente. ¿No había pretendido evitar que Changmin lo cuestionase? ¿Por qué sacaba entonces el tema a colación? ¿Qué tornillo se le había perdido para hablar sin pensar siempre que debía mantener la boca cerrada?

Changmin se detuvo también, un par de pasos por delante, y se giró hacia él para mirarlo. Durante un segundo no dijo nada, se limitó a mirarlo, inclinando levemente la cabeza hacia la derecha, como si estuviese midiendo sus palabras... Y luego dijo:

—No necesito que nadie me diga que te pasa algo conmigo, eso es más que evidente. Como también es obvio que no quieres hablar de ello —respondió, mirándolo todavía tras esa máscara que impedía leer nada en su rostro—. No quiero que me cuentes nada porque te sientas obligado a hacerlo. Quiero que cuando lo hagas sea porque confías en mí.

Y sin decir nada más, volvió a darse la vuelta y se alejó, dejando a Jaejoong completamente congelado sobre la acera. Changmin pensaba que no confiaba en él... y eso dolía, porque no podía estar más alejado de la realidad.


—~o0o~—



Un intenso gemido escapó de sus labios al tiempo que sentía cómo Changmin se deslizaba en su interior, lentamente, sin la rapidez que su propio cuerpo estaba exigiendo. Intentó retener algo de aire en los pulmones mientras forcejeaba, tratando de enterrar sus manos en ese cuerpo que pedía a gritos ser mordido y acariciado hasta el cansancio, pero la presión con la que su dongsaeng las mantenía pegadas a la mesa de madera, por encima de su cabeza, era demasiada...

Frustrado, Jaejoong se mordió el labio, mirándolo suplicante, mientras movía sus caderas contra Changmin, exigiéndole el ritmo que él necesitaba, el roce de ese cuerpo musculoso contra el suyo mientras el sudor de ambos se mezclaba... pero no lo consiguió. Changmin sólo lo miró, completamente quieto por un instante, y luego esbozó esa sonrisa torcida suya que lo volvía loco.

—No hay ninguna prisa, Jae —murmuró, acercándose a su oído y rozándolo con su aliento de ese modo que siempre lograba estremecerlo.

—Por favor, Changmin...

Suplicando. Estaba suplicando. Pero en ese momento no le importaba nada más que conseguir que Changmin se enterrara una y otra vez en su interior, más rápido, más fuerte, mientras su vientre rozaba una y otra vez esa parte tan necesitada de su cuerpo...

Volvió a elevar sus caderas, revolviéndose bajo el peso de su dongsaeng para pegarse más y más a él... y lo consiguió, porque el gemido que escuchó contra su oreja le dijo claramente que Changmin no estaba tan calmado como pretendía aparentar. Jae repitió el movimiento una y otra vez, tentándolo, friccionando su miembro contra él en una caricia que lo estaba volviendo loco... y un instante después sintió como Min se rendía y comenzaba a moverse más y más rápido...

Jaejoong volvió a gemir, más hondo esta vez, cerrando los ojos con fuerza ante la intensidad de lo que sentía. Dios, no podía haber nada mejor que eso, absolutamente nada...

Los labios de Changmin buscaron los suyos, atormentándolo, impidiendo que el aire que tanto necesitaba llegase regularmente a sus pulmones... pero no importaba, porque las cosas que hacía con su lengua eran mucho mejores que el oxígeno. Y Dios, el ritmo de sus embestidas lo estaban volviendo completamente loco...

Apretó los puños, con fuerza, sintiendo como Changmin aumentaba aun más el ritmo, impactando una y otra vez ese punto en su interior que lo llevaba directamente hacia el abismo... Y sintió como Min lo soltaba y colaba una de sus manos entre ellos para acariciarlo allí donde su cuerpo pedía a gritos ser tocado...

¡Joder! ¡Eso debería estar prohibido!

Jae gimió roncamente, echando la cabeza hacia atrás, mientras su respiración se hacía aún más errática, y enterró su mano izquierda en el pelo de Changmin, tratando de aferrarse a algo, lo que fuera... Necesitaba más. Más hondo, más rápido, más fuerte...

—OhDiosDios...

Con un último y ronco gemido, se corrió violentamente contra Changmin, arqueando la espalda y golpeándose con fuerza contra la superficie de madera...

Jaejoong se despertó justo en el instante en que su ropa interior se humedecía por la intensidad con que su cuerpo había entrado en sus sueños...

Había sido tan real... Casi podía sentir el olor almizclado de Changmin, su cuerpo sudoroso contra el de él, su respiración agitada contra la piel sensible de su cuello...

Y deseaba tanto que hubiese sido real... ¡Dios, cuánto lo deseaba! Estaba cansado de despertarse todas las noches en el mismo estado, de tener que levantarse cada madrugada, tratando de no hacer ruido, para ir al baño a ponerse ropa interior limpia después de que su miembro decidiese hacer una fiesta por su cuenta... ¡Era tan bochornoso!

Y sin embargo no podía evitarlo. Lo había intentado. De verdad que lo había intentado con todas sus fuerzas, tratando de pensar en otras cosas, de acostarse tarde y completamente agotado para intentar no soñar nada... pero nada había funcionado. Y cada vez era peor, porque los límites entre la realidad y la imaginación se volvían cada vez más difusos, y su mente se llenaba del recuerdo de sus sueños en cuanto tenía a Changmin delante...

¿Pero cómo hacía para evitar que todas esas imágenes invadieran su mente? No podía evitarlo, no cuando deseaba tantísimo que esos sueños se volviesen realidad... No cuando Changmin le sonreía de manera natural, genuina, confiando por completo en él...

No podía traicionar su confianza de ninguna de las maneras... ¡¡¡Pero terminaría volviéndose loco si seguía así!!!

Jaejoong se llevó las manos a cara, apretando las palmas contra sus ojos y resoplando con frustración. Había esperado que todo eso pasara, que en algún punto su mente recobrase la cordura, pero se daba cuenta de que cada día era peor. No se trataba de ningún caso de locura transitoria, ni nada que se le pareciera. Era otra cosa. Pero Jaejoong no quería ni siquiera preguntarse a sí mismo el qué...

—¿Vas a contármelo?

La voz de Yoochun lo sobresaltó, sacándolo por un instante de toda esa espiral de sentimientos y pensamientos contradictorios. Había sonado a su izquierda, desde la cama de al lado, en un tono suave y completamente calmo. Por un momento Jaejoong pensó que su compañero estaba hablando en sueños, pero enseguida cayó en la cuenta de que Yoochun nunca lo hacía. Además, su voz había sonado demasiado clara, sin ese tono pastoso y ronco de quien lleva dormido un buen rato.

En lugar de contestar, Jaejoong se giró en dirección a la voz de su compañero y preguntó:

—¿Por qué no estás durmiendo, Chun?

Su amigo resopló, y Jae casi pudo verlo sonreír sarcásticamente, aun cuando la oscuridad de la habitación era absoluta.

—¿Contigo suspirando cada pocos minutos y dando vueltas como una fiera enjaulada? Difícilmente...

—¡Yo no estaba haciendo ruido! —replicó Jaejoong, indignado.

Todas y cada una de las noches ponía especial cuidado en no perturbar el silencio, en levantarse y caminar sin que el más mínimo sonido quebrase la tranquilidad reinante. Ya bastante tenía él con lidiar con sus propia locura como para incluir en ella al resto de sus compañeros...

—Jaejoong —lo cortó Yoochun, con ese tono aburrido que podría emplear un profesor al hablarle a sus alumnos—, no voy a repetir lo que he escuchado, pero a juzgar por la clase de ruidos que estabas haciendo, apostaría a que estabas teniendo un sueño realmente interesante...

Jae abrió la boca por la sorpresa, soltando una exclamación ahogada. ¿Yoochun había escuchado eso? ¿Había oído cómo él gemía e imaginado lo que estaba pasando?

Se tapó con las mantas hasta la cabeza, aun a pesar de que sabía que Yoochun no podía verlo en la oscuridad. ¡¡Por Dios!! La situación ya había sido lo suficientemente bochornosa de por sí sin que nadie se enterara de ella, ¿Por qué tenía que compartir la habitación con alguien con un sueño tan ligero como Yoochun?

—Eso es... ¡¡¡Perturbador!!! —exclamó, con la voz ahogada por las mantas que aun cubrían su cabeza.

—Estoy de acuerdo. No es precisamente el sonido que uno quiere escuchar cuando está intentando dormir—respondió Yoochun, con voz evidentemente divertida—. Pero uno deja de sorprenderse después de las trescientas primeras veces...

Se lo estaba pasando en grande. El muy capullo estaba disfrutando como un enano atormentándolo, y a pesar del aturdimiento que le habían producido sus confesiones, Jaejoong podía darse perfecta cuenta de esto. ¡¡No se trataba sólo de esa noche!! Su compañero lo había escuchado alguna otra vez, a saber cuántas, y por eso había decidido acabar con su curiosidad y atormentarlo en el proceso. Señor, ¿por qué no podía ser una persona de esas a las que ni siquiera los terremotos despertaban?

—¡No tiene ni puta gracia! —volvió a exclamar, furioso, apartando por fin las mantas de su cara.

—En realidad sí la tiene, pero estás demasiado metido en el asunto como para verla.

—¡Joder, Yoochun! No me vengas con historias. Todo el mundo ha tenido esa clase de sueños alguna vez.

—Sí, pero ese no es el punto, ¿verdad? —preguntó Yoochun, aun con ese tono divertido en la voz—. En realidad no te molesta que yo haya escuchado alguna que otra de tus fiestas privadas. Lo que te molesta y perturba a un tiempo es que puedas haber desvelado algo que no quieres que sepamos...

¿Por qué? ¿Por qué tenía que compartir habitación con él? ¿Por qué con el único de sus cuatro compañeros que se asemejaba de forma perturbadora a un verdadero psicólogo? ¿Es que estaban todos confabulados en su contra o qué?

Obviamente tenía razón, y como siempre había ido directo al punto clave del problema. Estaba furioso, realmente furioso, pero no con Yoochun, sino consigo mismo. Porque podía controlar lo que hacía estando consciente, pero la inconsciencia no podía dominarla... lo cual resultaba realmente aterrador. Nunca había sido una persona que hablara en sueños, lo sabía muy bien, pero sólo faltaba que quisiese ocultar algo como para que su alter ego se pusiese a gritarlo en sueños...

—¿Vas a contarme cuál es el problema o no? —repitió Yoochun, haciéndose eco de la frase con la que había iniciado esa surrealista conversación—. Y ni se te ocurra decirme que no hay ningún problema, porque yo ni siquiera necesitaría conocer tus sueños para saber que hay algo que no está funcionando desde que nos hemos mudado.

Estaba jodido, y lo sabía. Pero también estaba cansado de llevar el peso él sólo, de callarse y fingir, fingir y fingir. Era evidente que ese problema no iba a desaparecer sin más, por mucho que él lo desease, y quizás si lo contaba...

Suspiró, cerrando los ojos, y en apenas en un murmullo dijo:

—No sé por dónde empezar, Chun. Es... complicado.

Su compañero guardó silencio unos instantes, instándolo a continuar, pero Jaejoong tenía tal lío en la cabeza que no era capaz de poner en palabras lo que le ocurría. Al menos no si quería emplear algo semejante a la coherencia. Y decirlo en voz alta lo haría tan irrevocable, tan real...

Al ver que no respondía, fue Yoochun quien volvió a hablar:

—Puedes comenzar por hablarme de Changmin...

—¿Cómo coño...? —exclamó Jaejoong, elevando exageradamente el tono de voz.

¿Es que lo llevaba pintado en la cara? Joder con sus dotes interpretativas, estaban resultando ser muy eficaces, sí señor...

—Jae, no nos conocimos ayer. El modo en que miras a nuestro dongsaeng... el modo en que le evitas... y esos sueños... No hace falta ser Einstein para atar cabos.

No respondió. Jaejoong se quedó callado, mirando a la oscuridad, completamente avergonzado de sí mismo, de la situación y de todo lo que había pasado desde que había puesto sus ojos en esa maldita serie de televisión en la que salía Changmin. ¿Por qué no se había limitado a bombardearlos por teléfono en lugar de ponerse a seguir los trabajos que cada uno de ellos estaban haciendo? Si no la hubiese visto, nunca habría tenido esa clase de pensamientos, nunca se habría preguntado cómo era Changmin con las chicas ni cómo se las ingeniaba para ligar...

Podría haberle sorprendido su pequeño cambio físico, pero no se habría fijado en su cuerpo de ese modo; ni admirado las líneas que definían sus músculos deseando acariciarlos con la mano para ver si eran tan duros como parecían; ni habría mirado su abdomen deseando enterrar su boca en él sólo para ver si era capaz de atrapar un pedazo de esa exquisita piel entre los dientes...

—¡Joder! —volvió a exclamar en alto, cerrando los ojos con fuerza para alejar esas imágenes—. Esto es una mierda.

—Puedo ver dónde está el problema, sí —susurró Yoochun, toda diversión olvidada.

—Esto es una mierda, Chun —repitió—. Yo debería mirarlo como mi hermano pequeño, que es lo que ha sido siempre, y no como...

Se calló, incapaz de poner en palabras el final de la frase. ¿Mirarlo como qué? ¿Cómo si él fuese un perro hambriento y Changmin un pedazo de carne? ¿Cómo una fan completamente obsesionada? ¿Cómo si se estuviese muriendo y Changmin fuese el remedio de todos sus males? ¡No era nada de eso!

—Dime una cosa, Jae —dijo Yoochun, tras unos instantes de silencio—. ¿Cómo de... perturbador es lo que te pasa con Min? ¿Perturbador del tipo ‘odio tener estos sueños porque luego no puedo mirarle del mismo modo’ o perturbador en plan ‘estoy bien jodido porque quisiera que esos sueños fuesen realidad’?

Jae suspiró, derrotado, antes de responder en apenas un susurro:

—Perturbador del tipo ‘ya no diferencio fantasía de realidad y en cualquier momento le salto encima’.

—¡Joder! —exclamó Yoochun esta vez.

—Sí, justamente.

—Ahora entiendo que hayas estado evitándole de ese modo...

—Yoochun... —murmuró, y su voz sonó tan lastimera que hasta a él mismo le sorprendió—. Yoochun, no mejora... Pensé que se me pasaría, como tantas otras veces, pero no es así. Cada vez es peor... ¡Joder, cómo odio todo esto!

Estaba completamente desesperado, y una vez que había empezado a hablar quería contarlo todo. A lo mejor su compañero tenía alguna solución, podía darle algún consejo... O quizás llamaba directamente al manicomio para que vinieran a recogerlo porque era una ‘especie potencialmente peligrosa’ para el género humano... Cualquiera que fuese el caso sería una buena solución, porque al menos lo alejaría de Changmin...

—Jae, ¿Cuándo exactamente empezó todo esto? Porque, quizás me equivoque, pero por tus palabras no parece precisamente reciente... —dijo Yoochun, elucubrando—. Fue antes de mudarnos de nuevo, ¿Verdad?

—Sí —contestó simplemente.

—¿Cuándo? —preguntó, extrañado por la respuesta—. No le veías muy a menudo, ¿o sí?

Jaejoong volvió a suspirar pesadamente.

—Su drama, Paradise Meadow. Él y aquella chica...

Yoochun se echó a reír sin ni siquiera dejarle terminar la frase, y Jaejoong le envió volando uno de los cojines de su cama, esperando que le diese en la cara...

No fue así, a juzgar por el sonido de la risa que seguía llegándole desde la cama de Yoochun. ¿Qué diablos era tan divertido? Se estaría volviendo un viejo amargado, porque él no le veía ni pizca de gracia a todo el asunto...

—¡Por Dios, Jaejoong! ¡Estas cosas sólo podrían pasarte a ti! —exclamó Yoochun, todavía riéndose.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Has vivido un montón de años con el Changmin de carne y hueso, el de verdad, el que no está actuando con un guión predefinido... ¿Y te vas a fijar en él cuando sale en televisión? Dios, es tan absurdo, tan... tu.

Jaejoong entrecerró los ojos, deseando poder fulminarlo con la mirada, pero la profunda oscuridad le impedía poder distinguirlo siquiera. ¿Por qué sonaba tan mal cuando lo decía Yoochun? No había sido así para nada... Bueno, técnicamente sí, pero con matices. Él no se había fijado en la personalidad del Changmin de la pantalla, ni le había sorprendido el hecho de verlo por televisión. Había sido precisamente la diferencia existente entre el Changmin que conocía y ese otro falso del televisor lo que le había llamado la atención, el saber que no era real y preguntarse cómo sería el de verdad en las mismas situaciones...

Era muy distinto de lo que seguramente estaba imaginando Yoochun.

—Ahora entiendo que la psicóloga os haya mandado ir juntos hoy —continuó Yoochun, divertido—. En cuanto le contaste esto seguro que quiso verlo con sus propios ojos...

—No se lo he contado —dijo Jaejoong con firmeza, cortando en seco las conjeturas de su compañero.

—¿Perdón?

—No le he contado nada de esto. Ella sabe que existe un problema, y que tiene que ver con Changmin, pero no sabe exactamente cuál. O bueno, no lo sabía, porque después de la desastrosa sesión de hoy...

Después de la mirada sagaz que había sorprendido en sus ojos justo en aquel momento en que Changmin había apoyado la mano en su pierna, le quedaban pocas esperanzas de que no lo hubiese adivinado. A esa mujer no se le escapaba nada, y temía el momento de volver a tenerla delante...

—¿Por qué no se lo has contado? —preguntó Yoochun extrañado.

—Porque... a ella no le interesa. Somos capaces de resolver nuestros propios problemas sin que nadie se inmiscuya en ellos...

—Sí, ya veo —respondió sarcásticamente—. Estás haciendo un magnífico trabajo superando esto, sí señor.

—Sabes lo que quiero decir...

—Jaejoong, eres idiota. Se supone que su trabajo es ayudarnos...

—Torturarnos más bien.

—No, ayudarnos —reiteró Yoochun, completamente serio—. Ya te torturas tu sólo más que suficiente, no necesitas su ayuda para eso. Sin embargo, sí podría ayudarte a comprender mejor lo que te pasa y a superarlo... a no ser que realmente no quieras hacerlo.

—¿Piensas que me gusta esto? —preguntó Jaejoong más fuerte de lo que pretendía, completamente alterado por la sugerencia—. ¿Piensas que es agradable soñar todas las puñeteras noches que te acuestas con quien deberías considerar tu hermano pequeño? ¿Piensas que me gusta desear cada maldito minuto del día a alguien que jamás podrá mirarme de ese modo? ¿Crees acaso que es fácil apartar la vista y apretar los puños hasta enterrarte las uñas en las palmas para evitar hacer algo de lo que luego vas a arrepentirte?

No, no era ni remotamente fácil. Era lo más difícil del mundo, sobre todo cuando se daba cuenta de que su autocontrol cada vez era menor... Apartarse dolía casi de un modo físico, y la certeza de saber que Changmin nunca lo vería así no hacía más que echar sal a esa herida...

—No —dijo Yoochun tras un instante de silencio, con ese tono calmado y racional que en esos momentos le parecía tan odioso—, imagino que no. Pero dime una cosa, Jae, ¿En qué mejora tu situación el guardar silencio con la psicóloga?

Jaejoong lo pensó durante un instante, y enseguida cayó en la cuenta de que Yoochun tenía razón.

—En nada... —susurró derrotado.

—Exacto. Sin embargo si se lo cuentas la situación sí puede mejorar, ella puede ayudarte... Piénsalo.